La inoportunidad
muy poco tiene de virtud. Para ser sincero, nos somete a prueba la paciencia de
nuestros compañeros. Muchas veces acostumbramos a valorar las cosas de un modo
relativo (buenas o malas, acertadas o erróneas, etc.) pero pasamos por alto un
valor de determinada importancia; las cosas son, sobre todo, oportunas. Es como un martilleo constante en nuestro
cerebro, en nuestro subconsciente que quiere ser ordenado, poniendo a prueba
nuestra emotividad.
Lo
oportuno es simplemente una coincidencia feliz, es como una asociación
afortunada. Es decir ver las cosas con claridad. El inoportuno a veces no abre
la boca, creyendo que su silencio es asertivo, pero en cierta manera se siente
molesto consigo mismo. Es posible que no te hayas dado cuentas que estás
creando una imagen distinta a lo que tú crees que eres, solo por el hecho del concepto
propio y particular que has construido de una determinada persona.
Si no logras corregir
esa inoportunidad no conseguirás nunca hacer de ella una virtud, sentirás con
mayor virulencia el hecho de estar casi siempre en el lugar equivocado,
sentirás el momento que estás viviendo como un momento erróneo; para explicarlo
de otra manera es como un deseo de aislamiento, con la convicción de que debes
convencerte de que no es como tú lo ves. ¿Qué sentido tienes añadirle a una
persona un sentido de culpabilidad, el cual tú sabes que no lo tiene?
Cuando
la acción es de gran alcance (por ejemplo, una petición de perdón, un deseo de reconciliación,
una ayuda, un reproche) necesariamente, intervienen dos partes. Pero cuántas
veces somos inoportunos, cuando jugamos un papel definitivo. ¡Una verdadera
pena! Todos los momentos, todas las personas, todos los lugares, ¡son únicos!
En nuestra vida, en realidad son oportunidades que se nos presenta una sola vez
y si no intentamos poner remedio, es posible que la perdamos para siempre.
Aunque nos cueste un verdadero esfuerzo, deberíamos involucrarnos en resolver
ese acto, que nos produce insatisfacción y no pensemos nunca que somos
inoportunos, siempre existen formas distintas para poder solucionar los
problemas.
Uno
de los errores más frecuentes es la ceguera sentimental, la que induce a
atribuir el contagio de nuestros sentimientos hacia el otro: (arrepentimiento,
remordimiento, amor, e incluso desprecio).. Es como decir, que lo que yo deseo
es justamente lo que está deseando el otro, sólo que no se atreve a
manifestarlo.
En
estos casos, pensemos en uno mismo en esos momentos, seguro que nos brinda la
oportunidad de situarnos en el centro de la escena. Un gesto, una palabra
serena, pueden crear sentimientos muy diferentes hacia nuestra conducta y poco
a poco nos puede colocar en el camino de convertir la inoportunidad en virtud.
Qué
complicado ¿verdad? Desde luego, si no haces nada, no eres inoportuno, ni
tampoco oportuno. Ante la duda, lo mejor es sobreponerte y aseverar una forma
cautelosa y oportuna. Pero, a veces, por no resultar inoportunos, paramos
nuestros sentimientos y nos quedamos detenidos. En estos casos solemos decir:
si no hemos sido inoportunos, estamos a salvo, pero quizás habremos perdido
para siempre una preciosa oportunidad.
Meditación:
Si cada obra se efectúa con corazón y con amor, se consigue mejor su
reconocimiento.
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