Muchas veces he notado que hay quienes hablan con frecuencia solos. Más bien diría que hablan consigo mismo. Personalmente no lo encuentro nada extraño. Es cierto que a veces nos sorprenden quienes una y otra vez observamos a alguien anunciando en voz alta sus pensamientos, sin aparente necesidad para los demás.
Estas personas están tan acostumbradas a hacerlo cuando no hay nadie que insisten en su conversación, ante la sorpresa de quienes asisten a su monólogo, quedan sorprendidos al no encontrar un interlocutor.
Es cierto que pronunciar palabras en solitario, representa una acción que garantiza el compromiso, como si de la proyección garantizara el compromiso de enterarse uno mismo de lo que dice. Otros prefieren tomar notas por escrito, como quien va a cumplir un encargo o a hacer una compra.
Tal vez en esto consista el pensamiento, en una cierta conversación de uno, consigo mismo. O si no, eso nos constituye como quienes somos. Si lo pensamos bien, tampoco está mal que en algunas ocasiones nos digamos algo.
Decir que alguien no nos dice nada, implica que ni nos afecta. Ciertamente a veces nos asustamos, y tenemos que enterarnos por nosotros mismos, realizando el ejercicio de hablarnos en solitario. Realmente es duro aceptar que no somos extraordinarios. Esto no consiste en deslumbrarnos, sino en ser capaz de decir algo a alguien. Y eso es mucho más que hablar. Conversar con uno mismo es empezar a serlo. Y esta sencillez es la que nos hace capaz de mantener cordialidad, afecto amistad, etc. Si no nos sentimos, no podremos sentir nada. Y lo que es peor, no sentiremos a nadie, por eso esa soledad es más grave que la de ir por ahí hablando solo.
Meditación: Si hay algo que no debe existir en la vida de cualquier persona, es un día sin importancia.-
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