Nunca deberíamos
llegar a una actitud de desesperación. Sólo nos conduciría a una tremenda
ansiedad que poco a poco nos “destruiría” ¿A quién no se le ha “roto el
corazón” ante la pérdida de un ser querido o ante el desprecio de una antigua y
duradera amistad? Debemos disponernos a pensar que la vida sigue, ante un nuevo
latido del corazón, y decidirnos a volver a trabajar en un nuevo desarrollo
para emprender una nueva apuesta a la vida. Siempre deberíamos considerar,
aunque en algunas ocasiones lo haya
dicho; la autoestima es una de las bases para el mantenimiento de una vida
equilibrada, asentando la confianza y la seguridad en uno mismo.
Pero no estemos
seguros de que por tener una autoestima sólida, tengamos una protección contra
las inclemencias emocionales. Aunque poseamos una “llave” que pueda abrir una
nueva puerta tras la cual, es posible que encontremos una faceta desconocida que
podamos conseguir recuperarnos de ese estado desolador.
Aunque no
existen soluciones fáciles, no debemos subestimar que todos tenemos la
capacidad de hacer frente a las dificultades. Es frecuente llegar a
pensamientos tan triste, como “a mí no me importa nadie”. Esto, destroza la
necesidad de afectividad que todos tenemos, empezando por el aprecio que
debemos tener hacia nuestra propia persona. Es posible que la desesperación,
nos lleve al borde de un abismo que no tiene fin y nos impulse a precipitarnos
en la desesperanza, llegando así a la confusión.
Con la desesperación casi siempre nos
encontramos en un estado de confusión, ante el cual nos vemos sumergidos en una
falta de decisiones que nos llegan a bloquear nuestras vidas. Conforme pasa el
tiempo, hay cosas que se nos va olvidando, cayendo en la desidia. Siempre
estamos a tiempo de recuperar la ilusión con una voluntad de cambio, aunque
nunca debemos forzarnos ni extralimitarnos. “Las cosas y el tiempo siempre nos
darán la razón” Es sencillo decirlo, aunque difícil de entender.
Siempre podremos
estar solos en aparente compañía, pero no nos quepa duda, que aunque así sea,
siempre estaremos acompañados por la presencia de nuestra propia soledad. Esa
confusión que a veces nos alerta, es posible que sea producto de no haber
examinado lo suficiente el esfuerzo que hayamos realizado en nuestra vida ante
situaciones adversas para de antemano conseguir situaciones constructivas.
Cuando nos ponemos tristes, ante esas adversidades, comenzamos a sufrir
desgranando nuestros viejos conflictos y situaciones dolorosas, llegando a
perder la verdadera visión del presente. Así llegamos a confundirnos ante una
visión negativa, matizada a base de rencores y desprecios, que nos hacen que no estemos dispuestos a
comprender.
Entonces, es
cuando nos preguntamos ¿Pero qué esperamos de la vida? La confusión nos ciega,
y es necesario concentrar todas nuestras expectativas en lo que deseamos,
aunque no sea realmente lo que queremos. Muchos, nunca llegarán a estar de
acuerdo con la situación que la vida les presenta, pero no se dan cuenta de lo
que tienen, solo es el resultado de su propia existencia del pasado, aunque
siempre tendrán la opción y a través de una sólida actitud, cambiar lo que en realidad
les desagrada.
Meditación:
Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación.
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