Por regla general la vida tiene grandes
contradicciones, entre ellas, una muy significativa y sorprendente es el hecho
de que personas que creemos afortunadas y felices se consideran, en el fondo
desgraciadas: y al inversa, otras que parecen no poseer ninguna fuente de
alegría, experimentan una gran satisfacción en la vida.
La
manera de como analizar algunas de las situaciones que se nos presentan en
determinados casos, nos lleva a considerar los diferentes tipos de soluciones.
Todos tenemos nuestros propios problemas, por lo cual es fácil pensar que estas
acciones de definir problemas, es necesaria.
Una
de las variables más importantes que podemos apreciar, es la base de una
constante preocupación. Los efectos y las consecuencias de dichas
preocupaciones, están siempre experimentados en algún momento de nuestra vida.
Para
poder analizar estas cuestiones, es necesario llevar a buen puerto el contenido
de esas situaciones, abriendo nuestro espacio físico y de tiempo. Si no es así
estamos abocado a dejarnos llevar por las tareas que nuestra mente considera
imprescindibles, dejándonos arrastrar por las pautas socioculturales, abriendo
la puesta al estrés, la ansiedad, al logro de la conquista de forma
precipitada, pero no a una determinada finalización.
Todos
conocemos, por experiencia propia, los efectos paralizadores de las
preocupaciones, que nos pueden anular nuestra capacidad de concentración y la
facultad de tomar decisiones.
Así
de esta forma, siendo tan devastadores los resultados y las secuelas de la
situación de nuestros problemas, ¿cómo podemos bajar el nivel de tensión y
reconvertir nuestras inquietudes, para ser capaces de comprender una situación debidamente
comprometida y encontrar las vías oportunas para una resolución?
Cuando
uno necesita innovar, suele lanzarse a buscar respuestas. Un paso clave para
conseguir ideas y soluciones, es conseguir caminos que aporten valores, para
encontrar nuevas entradas a esa situación, y al mismo tiempo, generar preguntas que nos permitan nuevas salidas.
El
pasado, siempre nos reviste una crucial experiencia, por cuanto nos supone una
inagotable fuente de soluciones de la que extraer valiosas lecciones de
actuación.
Todas
estas expectativas nos generan pensar en el futuro, otorgándonos sentido a
nuestro pasado, al mismo tiempo que orientamos y regulamos nuestras acciones y
decisiones presentes. Permitir que la memoria del pasado o la mirada hacia el
futuro no deriven en remordimientos, sensaciones incontrolables de culpas, angustias
o ansiedad. Si no es así, todo esto nos restarán competencias y destrezas para
focalizar nuestra atención a los problemas actuales. Analizar los problemas
constructivamente y adentrarnos en su interior, nos aportará paz en nuestra
mente y en nuestro corazón
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