Al tomar una actitud determinada nos hace
cerrar los ojos a la realidad, por ser más grato y cómodo que aceptar la
auténtica verdad. Esto casos, suelen
ocurrir ante una amistad a quien profesamos un gran afecto. El dolor que nos
causa es porque normalmente no podemos concebir que alguien que nos haya tenido
una gran estima tome una actitud de desprecio. Si un desconocido nos engaña
simplemente le llamamos estafador o mentiroso pero si nos engaña un amigo nos
sentimos desolados.
Este
comportamiento es un recurso al que en situaciones puntuales muchos acuden para
afrontar desentenderse. A menudo estos condicionamientos, es parte normal de
una relación o una amistad; pero cuando se presenta algún malentendido, se
convierte en un estado de constante culpabilidad, siendo entonces muy difícil de controlar. En
ocasiones lo hacemos de forma consciente, pero otras, es el cerebro el que
altera ligeramente nuestra percepción para así salvaguardar su integridad.
Cuando
alguien se muestra de esa manera, enfrentarse a esa persona y mostrarle que su
actitud no es la correcta, hace que la situación empeore. Para enfrentarse con
propiedad a alguien que su comportamiento es irregular, debemos prepararnos a
encarar la situación de una manera inconsciente, haciéndole ver, que su forma
de obrar, está produciendo constantes sensaciones de culpabilidad.
Reconocer
que una amistad o un proceso amigable llega a un estado de no admitir la razón,
el futuro es inviable, llegando a presentar una situación realmente imposible,
ya que esto implica admitir el fracaso de una acumulación importante de
esfuerzos anteriores. Practicar un acercamiento, resulta aumentar el rechazo,
puesto que acercarse a una persona que no se viene a razones, resulta un acto
volátil, si esa persona no está preparada. A veces las personas que rechazan el
diálogo, se vuelve extremadamente defensiva y ofendida. Para evitar estas
reacciones es conveniente practicar lo que se llama “diálogo moderado” de
manera controlado, sin actuar con demasiadas emociones. En la mayoría de los
casos estas personas optan por rehuir, evitando el encuentro personal y
amparándose en el silencio. En estos casos debemos admitir claramente que la persona a la cual nos enfrentamos no está dispuesta a muchas
oportunidades, empleando tácticas de
ignorancia y sobre todo el mutismo.
Estos
procesos de silencios tienen un mecanismo evolutivo, puesto que nos hacen
situarnos en momentos de situaciones difíciles, dejando de reconocer los aspectos
de pura realidad que les son insoportables, permitiéndonos continuar nuestra
vida de una forma altruista e irreal. Estos comportamientos siempre tienen
aspectos negativos, ya que de una manera inconsciente van orientados a una
falsa conducta.
Muchas
veces el problema consiste en saber demostrar claramente el motivo del
verdadero problema, que por lo general está oculto a los ojos del que así se
comporta. En multitud de ocasiones, es preferible disimular ante estas
personas, callando o haciendo comentarios sesgados que no tengan nada que ver
con su pertinaz comportamiento, pero nunca mostrarle la verdad desnuda, unas
veces por no herir la sensibilidad de esa persona u otras por mera educación.
Sin embargo pensemos que la función de estas apariencias siempre juegan un
papel sustancial no sólo anecdótico, sino a su vez convincente.
Meditación: Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.
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