jueves, 12 de febrero de 2015

¿Por qué nos comportamos así?

             Al tomar una actitud determinada nos hace cerrar los ojos a la realidad, por ser más grato y cómodo que aceptar la auténtica verdad.  Esto casos, suelen ocurrir ante una amistad a quien profesamos un gran afecto. El dolor que nos causa es porque normalmente no podemos concebir que alguien que nos haya tenido una gran estima tome una actitud de desprecio. Si un desconocido nos engaña simplemente le llamamos estafador o mentiroso pero si nos engaña un amigo nos sentimos desolados.
            Este comportamiento es un recurso al que en situaciones puntuales muchos acuden para afrontar desentenderse. A menudo estos condicionamientos, es parte normal de una relación o una amistad; pero cuando se presenta algún malentendido, se convierte en un estado de constante culpabilidad, siendo  entonces muy difícil de controlar. En ocasiones lo hacemos de forma consciente, pero otras, es el cerebro el que altera ligeramente nuestra percepción para así salvaguardar su integridad.
            Cuando alguien se muestra de esa manera, enfrentarse a esa persona y mostrarle que su actitud no es la correcta, hace que la situación empeore. Para enfrentarse con propiedad a alguien que su comportamiento es irregular, debemos prepararnos a encarar la situación de una manera inconsciente, haciéndole ver, que su forma de obrar, está produciendo constantes sensaciones de culpabilidad.
            Reconocer que una amistad o un proceso amigable llega a un estado de no admitir la razón, el futuro es inviable, llegando a presentar una situación realmente imposible, ya que esto implica admitir el fracaso de una acumulación importante de esfuerzos anteriores. Practicar un acercamiento, resulta aumentar el rechazo, puesto que acercarse a una persona que no se viene a razones, resulta un acto volátil, si esa persona no está preparada. A veces las personas que rechazan el diálogo, se vuelve extremadamente defensiva y ofendida. Para evitar estas reacciones es conveniente practicar lo que se llama “diálogo moderado” de manera controlado, sin actuar con demasiadas emociones. En la mayoría de los casos estas personas optan por rehuir, evitando el encuentro personal y amparándose en el silencio. En estos casos debemos admitir claramente que  la persona a la cual  nos enfrentamos no está dispuesta a muchas oportunidades, empleando  tácticas de ignorancia y sobre todo el mutismo.
            Estos procesos de silencios tienen un mecanismo evolutivo, puesto que nos hacen situarnos en momentos de situaciones difíciles, dejando de reconocer los aspectos de pura realidad que les son insoportables, permitiéndonos continuar nuestra vida de una forma altruista e irreal. Estos comportamientos siempre tienen aspectos negativos, ya que de una manera inconsciente van orientados a una falsa conducta.
           Muchas veces el problema consiste en saber demostrar claramente el motivo del verdadero problema, que por lo general está oculto a los ojos del que así se comporta. En multitud de ocasiones, es preferible disimular ante estas personas, callando o haciendo comentarios sesgados que no tengan nada que ver con su pertinaz comportamiento, pero nunca mostrarle la verdad desnuda, unas veces por no herir la sensibilidad de esa persona u otras por mera educación. Sin embargo pensemos que la función de estas apariencias siempre juegan un papel sustancial no sólo anecdótico, sino a su vez convincente.
           
 Meditación: Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.

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