La soledad, salvo excepciones, es una
experiencia indeseada, similar a la depresión y la ansiedad. Es distinta del
aislamiento social, y refleja una percepción del individuo respecto a su red de
relaciones sociales, bien porque esta red sea escasa o porque la relación es
insatisfactoria o demasiado superficial. La soledad es nuestro mayor freno ante
muchas situaciones de la vida, dejando a partes los golpes, como la muerte de
un ser querido, una separación de pareja o una enfermedad grave, etc. El resto
de las depresiones nacen de nuestra soledad.
En
esa categoría entra la soledad al abandono y a la pérdida. ¡Evitemos entrar en
ella! Piensa que si le temes, te hará daño cuando esa pérdida suceda. Será
diferente y posiblemente tengas otros recursos, puesto que la vida nos muestra
situaciones para un nuevo desarrollo
personal, ya que la soledad está relacionada con la capacidad de la persona
para manifestar sus sentimientos y opiniones.
Aunque
muchas personas pueden en ocasiones sentirse solas, el temor a la soledad es un
estado que requiere ser atendido para evitar sufrimientos. Ese temor es
contraproducente en aquellos casos en los cuales una persona está inmersa en
una relación destructiva, dado que no le permite salir de la situación en la
cual se encuentra por la simple razón de no quedarse sola. Ese temor hace que
nos sintamos incapaces de soltar una relación que no funciona, por mucho que
estemos sufriendo con ella.
Todo
esto nos lleva a idealizar al otro. Es como una forma de autoengaño para así a
nivel interior tener una justificación de, por qué seguimos a su lado. En estos
casos predomina usar la razón, puesto que al igual que en la naturaleza no hay
veneno sin antídoto, en la vida humana no hay problema sin solución, y todo radica en encontrarla. Casi siempre es
tan evidente que cuando esa relación no tiene sentido, no deberíamos
esforzarnos en mantenerla como quisiéramos que fuera y no como es en realidad.
Esto nos ayudaría a tener algún argumento con sentido delante de las demás
personas, que no van a entender que sigamos a su lado.
El
temor a la soledad es una de los síntomas que caracteriza a los dependientes
emocionales. Éstos, suelen ser personas con muy baja autoestima, tendencia al
nerviosismo y a la depresión. Y posiblemente también, cuente en su historial
con una carencia afectiva desde su infancia, a veces crónica y sostenida a
través del tiempo, aunque no es necesario que se den situaciones de maltrato
infantil o negligencias graves.
Suelen
estar acostumbrados a tener ideas propias y personales, ya que esa sensación de
abandono y desprotección les ha hecho muy independientes e incapaces de
desenvolverse en su vida cotidiana. Otra
de las características del dependiente emocional persiste en la intención de encontrar
una pareja e intentar por todos los medios solucionar el problema, en vez de
desistir o desarrollar otro tipo de conducta, como hostilidad hacia el entorno.
Persistentemente suelen continuar en la búsqueda del otro, manteniendo el deseo de terminar con esa
carencia afectiva.
Meditación:
Sin un corazón lleno de amor y unas manos generosas, es imposible curar a un
ser humano de su soledad.
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