¿Cuántos acudimos a métodos artificiales,
para enfrentarnos al final de la pérdida
de un ser querido? ¡Qué continuo sufrimiento! Pensamos siempre que cada vínculo que creamos, ya está cerrado, pero
siempre residen aspectos de esa persona que perdurará en nuestra memoria y que
permanentemente sentimos en nosotros, aunque intentemos cerrar ese vació, en
verdad de alguna manera nos hacemos dependiente
de esa persona, trayéndola continuamente a nuestra mente de una u otra manera.
Sea
o no una decisión predeterminada, separarse es un proceso triste y doloroso que
a veces es regado por dosis de resentimiento y ganas de abatimiento, puesto que
sacar a la luz nuestra dualidad de sentimientos hacia objetos, tanto positivos como
(afectos, convivencias, agradecimientos), no son suficientes para librarnos de
esos “enganches” que nos hace sentirnos apoyado siempre en su recuerdo.
Aceptar que nuestros caminos se han separado
y valorar todo lo bueno que hemos compartido hasta ese momento, es el primer
paso a dar para seguir adelante. Ese es un proceso que me he encontrado por
diferentes situaciones y condicionamientos, a través de ella y, que hemos
pasado juntos por situaciones y momentos de todo tipo.
Despedirme
definitivamente para siempre es realmente difícil, puesto que siempre
representaste todo en mi vida, y ello ha quedado depositado en mi
subconsciente, quiera o no, haciendo por cualquiera circunstancia evocar
momentos positivos. Si es cierto, que llegamos a la aceptación a través del
abatimiento ya que la vida y el tiempo, así nos lo rige. Es una nueva etapa
para vivirla en paz nuevamente.
Pero,
¿qué debería suceder para poder decir que lo vamos soportando bien? Todo se
formaliza cuando aquello que lo forma, salimos de la misma, más enriquecido a
través de la comprensión y la reflexión. Considerando que “soportarlo bien” es
sinónimo de que ese vínculo continúa bajo otra forma; es decir, bajo un estado
de recuerdo permanente. Aunque con la fatalidad de esa pérdida, no sólo
necesito aceptar que ya no volverá más a estar entre nosotros, sino que tengo
la necesidad de ofrecerte el mejor adiós; intentando dártelo sobre todo con mis
recuerdos al tenerte presente siempre en mi vida.
Desde
muy temprana edad, y durante distintas etapas de mi vida me ha tocado
demasiadas veces decir adiós a personas muy queridas. Varias veces ese adiós
era definitivo, ya que tuvieron que “irse” al encuentro del Padre; otras,
porque la vida así lo decidió, y no tuve más remedio que empezar de nuevo
haciéndome fuerte ante el dolor que esa situación representaba.
Se
que cada día se me hace más difícil comprenderlo y aceptarlo, puesto que te
llevo dentro de mi piel, y que jamás dejaré de soñarte. ¡¡Señor, dame tiempo
para aceptarlo, aunque nunca podré olvidarte!!
Meditación: ¡Cuánto me
gustaría que estuvieras junto a mí en este día para poder abrazarte y desearte
todo lo mejor en el día de tu onomástica. Desde que te fuiste nada ha sido
igual, a veces una gran melancolía invade mi alma y no es nada fácil seguir
adelante!
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