viernes, 11 de abril de 2014

El adios no es para siempre.

          ¿Cuántos acudimos a métodos artificiales, para enfrentarnos al final de la  pérdida de un ser querido? ¡Qué continuo sufrimiento! Pensamos siempre que  cada vínculo que creamos, ya está cerrado, pero siempre residen aspectos de esa persona que perdurará en nuestra memoria y que permanentemente sentimos en nosotros, aunque intentemos cerrar ese vació, en verdad de alguna manera nos hacemos  dependiente de esa persona, trayéndola continuamente a nuestra mente de una u otra manera.
            Sea o no una decisión predeterminada, separarse es un proceso triste y doloroso que a veces es regado por dosis de resentimiento y ganas de abatimiento, puesto que sacar a la luz nuestra dualidad de sentimientos hacia objetos, tanto positivos como (afectos, convivencias, agradecimientos), no son suficientes para librarnos de esos “enganches” que nos hace sentirnos apoyado siempre en su recuerdo.
           Aceptar que nuestros caminos se han separado y valorar todo lo bueno que hemos compartido hasta ese momento, es el primer paso a dar para seguir adelante. Ese es un proceso que me he encontrado por diferentes situaciones y condicionamientos, a través de ella y, que hemos pasado juntos por situaciones y momentos de todo tipo.
           Despedirme definitivamente para siempre es realmente difícil, puesto que  siempre  representaste todo en mi vida, y ello ha quedado depositado en mi subconsciente, quiera o no, haciendo por cualquiera circunstancia evocar momentos positivos. Si es cierto, que llegamos a la aceptación a través del abatimiento ya que la vida y el tiempo, así nos lo rige. Es una nueva etapa para vivirla en paz nuevamente.
            Pero, ¿qué debería suceder para poder decir que lo vamos soportando bien? Todo se formaliza cuando aquello que lo forma, salimos de la misma, más enriquecido a través de la comprensión y la reflexión. Considerando que “soportarlo bien” es sinónimo de que ese vínculo continúa bajo otra forma; es decir, bajo un estado de recuerdo permanente. Aunque con la fatalidad de esa pérdida, no sólo necesito aceptar que ya no volverá más a estar entre nosotros, sino que tengo la necesidad de ofrecerte el mejor adiós; intentando dártelo sobre todo con mis recuerdos al tenerte presente siempre en mi vida. 
            Desde muy temprana edad, y durante distintas etapas de mi vida me ha tocado demasiadas veces decir adiós a personas muy queridas. Varias veces ese adiós era definitivo, ya que tuvieron que “irse” al encuentro del Padre; otras, porque la vida así lo decidió, y no tuve más remedio que empezar de nuevo haciéndome fuerte ante el dolor que esa situación representaba.
            Se que cada día se me hace más difícil comprenderlo y aceptarlo, puesto que te llevo dentro de mi piel, y que jamás dejaré de soñarte. ¡¡Señor, dame tiempo para aceptarlo, aunque nunca podré olvidarte!!

 
Meditación: ¡Cuánto me gustaría que estuvieras junto a mí en este día para poder abrazarte y desearte todo lo mejor en el día de tu onomástica. Desde que te fuiste nada ha sido igual, a veces una gran melancolía invade mi alma y no es nada fácil seguir adelante!
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario