sábado, 6 de septiembre de 2014

Las desconfianzas.

        ¡Qué palabra más cruel, verdad! Sí, pero por qué. ¿Es que somos desconfiados?
        Desgraciadamente tenemos que reconocer que por lo general somos desconfiados por naturaleza; desconfiamos de nuestros amigos, de nuestros compañeros de trabajo, de nuestros vecinos, de los políticos, y porque no decirlo, a veces hasta de nuestra familia.
         Pienso que los seres humanos desconfiamos hasta de nosotros mismos, porque no tenemos la seguridad de que somos capaces de realizar lo que nos proponemos. Por tanto desconfiar de alguien o de algo es cuando no nos fiamos de ese alguien o de ese algo, que por supuesto no tenemos la seguridad en ellos y por tanto nos produce ese sentimiento de desconfianza. Sin embargo la confianza se experimenta cuando comprobamos que nuestras aptitudes son capaces de realizar determinadas actividades y de cumplir los objetivos que nos proponemos.
            Si lo pensamos, existen determinadas desconfianzas que no son ni buenas ni malas, el problema se encuentra cuando no podemos elegir en desconfiar o confiar, sino que somos esclavos de uno de los dos extremos. A veces tener esperanza en que la gente se comporte de buena fe y de acuerdo a lo que prevemos facilita nuestras relaciones.
            Creer en los demás y la buena voluntad nos ayuda a sentirnos incluidos en el grupo, aceptados y reconocidos por lo que somos, y en definitiva a sentir que somos parte de la comunidad en que estamos. Este tipo de confianza, ¿cuántas veces  nos resulta tóxica y nos provoca una fuente de conflictos si no nos basamos en la aceptación mutua.  Y con respecto a la vida, siempre existe esa confianza natural, en que las cosas saldrán bien. Es lo que nos hace saber de forma instintiva que el aire estará siempre ahí para llenar nuestros pulmones, pensando siempre que el sol saldrá cada mañana por el horizonte           
            Comprendo que todo lo anteriormente dicho es muy bonito y aceptable, pero por desgracia, todos hemos desconfiado alguna vez de alguien, unas veces con cierto  sentido y toda la lógica del mundo que nos rodea, y otras nos hemos dado cuenta del sin sentido de mostrar tanta suspicacia.
            Es fácil reconocer que las personas con este tipo de problemas suelen ser  reacias a confiar de los demás, porque temen que la información que comparten sea utilizada en su contra. En ocasiones suelen negarse a contestar preguntas personales diciendo que esa información “no es asunto tuyo” demostrando significados ocultos que a veces suelen ser degradantes o amenazantes.
            Seamos sinceros y analicemos quien no ha desconfiado de otras personas alguna vez, o pensamos mal de alguien, o una mirada, una frase, haciéndonos recapacitar y ponernos en “alerta” pensando en que aquello no trascienda más allá de lo que intuimos.
            Al tener esa pertinaz desconfianza en las personas hace que no nos desarrollemos emocionalmente y pueda convertirse en una obstrucción para nuestro futuro y sobre todo para el transcurrir de nuestra vida. La base fundamental en una amistad debe ser; comprensión, confianza y sinceridad. Sí; tendremos altibajos, pero de eso se trata en las amistades, de superar los obstáculos juntos. Para evitar la desconfianza, lo ideal y más recomendable, es tratar siempre de mantener una sinceridad clara con la persona con la que mantenemos una duradera amistad.

Meditación: La amistad termina donde la desconfianza empieza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario