Internet ha puesto una auténtica revolución en nuestras relaciones. También en las de pareja. Hoy en día no tiene nada de extraño estar apuntado a una web de contactos o simplemente “chatear”, siendo cada vez más las personas que buscan el amor en la red.
Tal vez porque parapetados tras la pantalla del ordenador, nos cueste menos ser más atrevidos y abordar a ese él o esa ella que ha llamado nuestra atención. Y al mismo tiempo nos es más sencillo ofrecer una imagen favorecedora de nosotros mismos.
Si la ausencia del contacto físico puede ser una ayuda a la hora de dar el primer paso, también es una tentación para inventar una identidad y ofrecer una imagen distorsionada con el objetivo de sorprender al otro, sobre todo la edad.
Esto hace que podamos caer en nuestra propia trampa y tras mostrar una identidad parcialmente irreal, no nos atrevamos a llevar la relación a sus últimas consecuencias: verse cara a cara y conocerse; que es en definitiva el último sentido en las relaciones más francas. Pero por más que Internet pueda facilitar el primer contacto y permitirnos conocer al otro a través de la palabra, el objetivo debe llegar a conocerse en la “vida real”. Si esa relación virtual no se prolonga demasiado, no tiene porqué afectar negativamente, es más, ese contacto previo puede facilitar a establecer una relación.
El problema es que la relación quede reducida a esa forma de comunicación, o que se postergue indefinidamente, con miles de excusas para el encuentro físico. Porque Internet puede ser un buen aliado para encontrar pareja, pero sólo si estamos dispuestos a trasladar el encuentro virtual a la vida real.
Meditación: Si no aprendes a confiar en los demás, difícilmente lograrás que ellos confíen en ti.
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