viernes, 21 de septiembre de 2012

¿Se puede vivir sin amor?

          Que difícil pregunta, ¿verdad? No obstante, a pesar de las múltiples opciones y de las tentaciones de soledad, siempre perdura el deseo del “laberinto amoroso”; el deseo de la pareja estable nos persigue a pesar de los riesgos. El amor al mismo tiempo de herir, nos abre las entrañas. Nos deja desnudo. Por eso nos protegemos y le ponemos candados al amor cobijándonos en la soledad de un corazón blindado.
            Con el tiempo hemos ido redefiniendo el concepto de la pareja y los roles de cada uno, y hemos  terminado, llegando a una sociedad en la que cada uno le cuesta más ver a través de la hipocresía de la gente. En realidad nunca decimos lo que pensamos, ni hacemos lo que queremos. Pero a veces el amor irrumpe con fuerza y nos empuja a entrar en el “laberinto”. No hay que tenerle miedo al laberinto, sino aprender la ciencia del extravío: para amar hay que saber perder, quien quiere ganar siempre será incapaz de amar. Quien tiene miedo a perderse no puede amar nunca porque, en realidad ama más esa parte tuya que temes perder. En el amor la derrota es también una victoria.
            Pensándolo bien, el amor es como un cántaro roto y toda la vida es un intento de restaurar esa preciosa vajilla. Por eso el amor es tan intenso y doloroso, porque nace de una fractura real de nuestro ser, de una verdadera hendidura, hecha en nuestro corazón.           Hay una teoría que la explicaré a mi manera, aunque es posible que muchos de vosotros no estéis de acuerdo conmigo. El amor es posible pero se complica porque lo confundimos con el sexo. El sexo es necesario para el amor, pero no lo suficiente.
            El sexo es la chispa que enciende el fuego, mientras que el amor es el aceite que mantiene la llama encendida. El sexo es la flor del amor, pero no el fruto. Si buscamos solamente la belleza de la flor, no podremos saborear la dulzura del fruto. El amor es fácil de explicar, fácil de entender, pero difícil de practicar. La inteligencia no sirve para comprenderlo, la belleza no lo seduce, el estatus social no le impresiona, pero viene como un niño cogido de la mano cuando se encuentra en una persona sincera.
            A todo esto nos preguntamos; ¿a quién amar?, ¿cómo amar?, ¿cómo escoger con quien compartir el sinuoso trayecto de la vida? La primera condición es que los amantes tengan una fe similar en la pareja. Hasta cierto punto la pareja es un acto de voluntad y habrá que asegurarse de que nuestro compañero tiene idea parecida a la nuestra.
            Por lo tanto, no esperes comprender lo que amas, ni hacer feliz a la persona que más quieres. Amas sin el folleto explicativo de la comprensión. Saborea la perplejidad del amor y haz que el cariño no obedezca al gusto. Actúa como si la felicidad del otro dependiera solo de ti, aunque no sea cierto, y mantén cerca de ti, una cierta expectativa de desencanto, porque en cualquier momento el amor es, a menudo intransitable.

Meditación: Hay personas que nos hablan y ni la escuchamos; hay personas que nos hieren y no dejan cicatrices pero hay personas que simplemente aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre.

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