domingo, 2 de septiembre de 2012

Disfrutar todos los días.


            El tiempo merece que le tengamos un altísimo respeto, el cual no se puede comprar ni vender, ni tampoco pedir prestado. Nuestro tiempo es un recurso “no renovable” por eso vale la pena procurar disfrutar cada día, porque el tiempo que pasa no lo podemos recuperar.
            Pero en nuestra sociedad, todo parece llevarnos en la dirección contraria, a la de ese ritmo lento y pausado que facilita el disfrute de los pequeños placeres cotidiano. Sin embargo cada vez son más las personas que deciden apearse de ese tren de las prisas en las que lo “urgente” gana siempre la partida a lo verdaderamente importante. Y es que, las prisas son malas consejeras, sino que, además, hacen que muchas veces pasemos de largo ante las oportunidades.
            El verdadero momento es aquel que va marcando los pequeños detalles de nuestra vida. Saber identificarlo es un don que sólo se alcanza yendo más lentos, estando más atento, etc., porque a veces dichos momentos nos visita a menudo, pero no sabemos reconocerlos, corriendo como vamos de un sitio a otro.
            Ir más despacio no significa hacerlo todo con parsimonia. La lentitud es sólo una metáfora. No se trata de hacerlo todo más lentamente, sino de concedernos tiempo, para mantener la quietud interior, para saber cuando tenemos que correr y cuando tenemos que ir más tranquilo.
            Lo que no podemos hacer es que nos hayamos creado una cultura en la que no disponemos de tiempo y tener una agenda a rebosar que sea una señal de éxito… A mí personalmente me parece que es más bien una señal de mala organización.

Meditación: Nadie desaparece del todo de la vida de uno, si ha sabido imprimir buenas huellas en el recuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario