domingo, 2 de septiembre de 2012

Aquellos objetos.

            Vivimos entre objetos. Cuantos recuerdos ¿no?; unos de poco valor, otros por su significado, y otros porque en aquel momento fueron todo un impacto al recibirlo. Pero no nos desprendemos de ellos; y a veces me pregunto ¿por qué? Si ya odiamos al remitente. Es inexplicable; pero lo mantenemos. Aunque no es menos cierto que a veces parece que son ellos los que nos han elegido a nosotros. Su visión, su disposición son ya en cierto modo, un lugar en nuestro hogar. Sin ellos nos perdemos. No es de extrañar que ese determinado objeto nos haga recordarle, aunque le odiemos; pero; el odio y el afecto a veces están tan cerca, que no deseamos que desaparezcan. En verdad, fue una parte de nuestra vida.
            Tal vez es muchos decir que es un alivio para esa soledad que muchas veces nos invade. Por eso, no es de extrañar que objeto y sujeto nos necesitemos mutuamente, pero es cierto que acompañan con solo el recuerdo de observarlo.
            Y esos objetos no solo nos rodean, si no que nos envuelven, nos interrogan en silencio y nos insuflan el ánimo. Tal vez algún objeto singular; aquel que tanta ilusión te hizo, aquel que jamás te esperaba; callan tanto que a  pesar de su silencio nos es imposible  no escucharlo. Ellos nos lo dicen todo. Desprendernos de él sería abandonar en cierto modo, algo de nosotros mismos.
            En él. carga un tiempo, y es como si se hubiera especializado la duración de un tiempo muy feliz, y ese espacio siempre estará habitado por un sueño o un deseo. Si se extravía, perderíamos una parte de nuestro mundo. Siempre formará parte, a su modo de quienes somos, y se identificará tanto con nosotros que, de esa manera, es ya algo de nuestro aspecto, una seña, una marca, no un simple utensilio o una pieza de nuestra vida.
             Su sola presencia o ausencia nos ofrece ya visos de un rostro, aquel el cual un día soñamos y de aquellas palabras que quizás nos faltaron y permanentemente brillan mientras observamos aquel objeto. Durante tiempo ha sobrevivido a rupturas, reencuentros, y separaciones, pero tal vez, sobreponiéndose a las más definitivas de las despedidas, permanezcan siempre con el afecto de un superviviente y con unos sentimientos intensos, al que nos unió.
            Quizás ellos velen un día por nosotros. Mientras tanto, nos ofrecen también el calor y la energía que tanto requerimos. En ellos también perdura aún la llama de los afectos vividos.

Meditación: Los mejores regalos no son los que cuestan más dinero. Lo mejores regalos son los que dan desde el corazón.

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