martes, 21 de junio de 2016

Las lágrimas.

             Nunca pensemos que las lágrimas sean un símbolo de incapacidad, ni de tristeza. Dios las puso en el ser humano sin pensar ni en hombre ni en mujer. Siempre  he manifestado que las lágrimas no lloradas duelen profundamente, por tanto dejémoslas que fluyan; ellas ablandarán nuestro corazón. El acto de llorar es universal no tienen idiomas ni razas, todos deberíamos llorar, no nos empeñemos en callar nuestro corazón. Nuestras lágrimas son las palabras de nuestros sentimientos. Siempre he pensado que llorar en un gran misterio para mí. Pero siempre cuando en momentos de soledad han corrido por mis mejillas algunas lágrimas me siento fortalecido. ¡No sé por qué!  Por eso, nunca intentemos almacenar lágrimas en nuestro corazón, puesto que acabarán llenándonos de desesperanza y de impotencia.
           Todos en mayor o menor grado hemos pasado alguna vez por la sensación de tener el “corazón roto”. Es sencillamente la experiencia de haber perdido algo importante que representaba en nuestra vida. ¿Cuántas veces nuestros ojos se llenan de lágrimas sólo al recordar aquella persona con la cual durante toda tu vida conviviste? Incluso se puede llegar a sentir que se nos parte el corazón con la pérdida de una amistad muy querida. Ante esto, existe ese dicho famoso que nos dice: “la vida está llena de encuentros fortuitos”, aunque nadie nos habla de aquellos desencuentros que a veces nos rompen el alma.
             Lo cierto es, que si por algunas circunstancias nos preguntan: ¿Tú has llorado? ¿Estás llorando?, seguro respondemos. ¡No, no! No lo neguemos. Llorar es una de las acciones que generalmente evitamos mostrar en público. Sin embargo derramar lágrimas a veces ayuda a liberar esos sentimientos que nos atenazan en nuestro interior y no encontramos forma alguna de liberarlos. En cierto modo aquellos que se atreven a mostrar su tristeza y lloran, suele mantener un mayor equilibrio emocional, ante aquel que se reprime y “se tragan sus lágrimas” como suele decirse. Siempre se ha dicho que las personas que no tienen miedo a llorar se sienten mucho más libres, puesto que son capaces de expresar sus propios sentimientos ante los convencionalismo sociales.
            No nos sintamos minimizados al contemplar que se nos escapa alguna lágrima al evocar algún recuerdo emotivo, puesto que es posible que a veces sea necesario para entender algunas emociones que no somos capaces de comprender. Por eso pensemos siempre que el llanto desahoga nuestros sentimientos y al mismo tiempo nos tranquiliza psicológicamente, llegando incluso ante nuestro subconsciente a entender “cosas” que no veíamos antes o que nos resistíamos a ver. No todas las personas pueden llorar profundamente, a éstas les cuesta tener contacto con lo que sienten. Así cuando controlamos demasiado nuestras emociones, decimos que tenemos el “corazón roto” de tristeza, amargura, desilusión, vacío, etc. Comprendamos que la vida no consiste en recordar aquello que vivimos con nostalgia, ni tampoco nos aferremos, pensando que todo lo bueno volverá a llegar, sólo es necesario que nuestras vidas en el momento actual, sepamos vivirla con auténtica pasión, aunque para ello sea necesario derramar alguna lágrima.

 Meditación: Las lágrimas derramadas siempre son amargas, pero más amargas son aquellas que no se derraman.

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