Por mucho que
queramos es difícil mantener el buen estado de ánimo todo los días. No es que
seamos personas antipáticas o malhumoradas, pero para que las cosas ocurran de forma aceptable,
es necesario convencerse de que todo no está bajo nuestro control. Cuántas
veces las palabras son tan sencillas de pronunciar y tan difíciles de cumplir.
Son situaciones que se nos escapan a nuestro control y los que sucede es que se
nos presentan días que son imposible mantener un buen estado de ánimo. Así nos
decimos: ¿cómo es posible que podamos mantener un buen estado de ánimo, si no hay
formas de cumplir con los objetivos deseados?
Tenemos
que convencernos que hoy en día todo lo que nos ocurre no es responsabilidad
nuestra, no olvidemos que existen elementos que aunque no queramos es imposible
poder controlarlos. Deberíamos empezar por entender que todos tenemos la opción
de tener un mal día. Aceptando “esta” actitud permanente para todos, y sin quererlo, nos transformamos más
persuasivos al estar nuestro ánimo en estado de “tirantez” De esta manera nuestra
capacidad crece dejando de generar empatía, haciendo imposible que surjan esa
fuerte capacidad para convencer a las personas, y acepten nuestros puntos de
vista.
Es
como decir que son más rigurosos nuestros juicios. Según distintas formas de
pensar, nuestro estado de ánimo, puede estar vinculado a determinadas
intenciones o deseos de cualquier persona en particular. Por eso solemos decir
a menudo: “No tuve ánimo de ofenderte, así que deseo pedirte disculpas puesto
que creo que dicha acción pudo causarte ofensa” Aunque no lo creamos son cosas
que nos pasan y a veces en determinados casos influyen de forma positiva en
nuestro estado de ánimo.
Es
fácil reconocer que todos no somos iguales, y que cada uno tiene un límite, ya
sea por paciencia, perseverancia, reflexión, respeto, o como le queramos
llamar, pero llega un momento que todo aquello se derrumba, y aparece el
agotamiento, el mal carácter, siendo quizás un mal entendido el que acaba con
nuestro estado de ánimo. Y es cuando nos preguntamos. Esta forma de ser, ¿De
qué depende? No nos molestemos en darle muchas vueltas, el desencadenante puede
atribuirse a cualquier circunstancia, puesto que, como decía anteriormente,
todos no somos iguales, y a veces lo más mínimo en nuestra vida puede llevarnos
a un cambio de nuestro estado de ánimo.
Aunque
nos parezca una utopía, la felicidad está siempre presente en nuestra vida, lo
que pasa es que nos “entretenemos” con banalidades y no tratamos de bucear en
nuestros sentimientos. Solo ellos nos harán ver si podemos superar ese mal
humor que continuamente mantenemos. En los tiempos que corren, vivir con
armonía no es fácil, pero es imprescindible para gozar de buena salud física y
mental. Muchas veces en el afán de atender los compromisos y sobre todo querer
quedar bien con el mundo exterior, nos descuidamos de nuestro mundo interior,
haciendo que cada vez se nos haga más perenne nuestro estado de ánimo.
Pensemos
que poco podemos hacer “tragándonos” las angustias y los malos modos de los
demás. Si somos capaces de transformarlas y convertirlas en situaciones
positivas, habremos conseguido las energías suficientes para modificar nuestro buen
estado de ánimo.
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