sábado, 12 de diciembre de 2015

Decisiones y sentimientos.

           Si nos ponemos a pensar, observaremos que toda nuestra vida transcurre a veces de decisiones. Decisiones muchas veces sencillas e irrelevante, pero otras llenas de sentido de responsabilidad. Que a veces aceptamos o no aceptamos, acudimos o nos quedamos, quisiera, pero no me atrevo, y así sería innumerables los momentos que se nos presentan en la vida, con la condición que sólo tú y nadie más que tú, debes decidir.
            Porque por mucho que queramos son situaciones que no podemos mantenerlas al margen, ya que estamos rodeados de personas que piensan y actúan, y a veces no cómo tú. Ellas tienen sus valores, sus ideas, sus creencias y por lo general muy diferentes a las nuestras. Cómo es lógico estoy hablando de relaciones en que los afectos y emociones tienen un lugar primordial. Cómo: entre parejas, hijos, compañeros de trabajo, amigos,  etc., etc. En fin; en definitiva vivir es ir sumando sucesos, decisiones y sentimientos que a veces nos llenan de satisfacción y otras nos dejan al borde de la incertidumbre sin saber qué postura es la que deberíamos haber tomado.
            Cuantas veces debemos recurrir para tener éxito, al análisis en profundidad y con frecuencia, saber controlar los sentimientos, para salir airoso de algunas de las decisiones tomadas. Muchos me diréis ¡cuántos errores! Sí, pero lo llamados errores no son más que “peldaños” en el proceso de aprendizaje que la vida continuamente nos presenta.
            Tomar decisiones no es nada fácil, y a veces transitamos por la vida ante una actitud cerrada, convencido de que no llegaremos a solucionar nada, Tomamos una postura rígida, a la que nos cuesta visualizar el rumbo y encontrar una conducta flexible a la que podamos atenernos. Este proceso puede dejarnos anclados y sin salida en un momento determinado. Es justo pensar que lo que nos da la experiencia son los años, lo que nos implica a adquirir “sabiduría” Pero siempre nos queda en nuestro interior ese “resquemor” de si acertaré o no acertaré ante los demás, siendo esto la causa primordial que siempre tenemos que contar con los sentimientos de los demás. ¡Nada fácil!
            Ni que decir tiene, que si somos una persona indecisa, aún se nos agrava más la situación, puesto que esa postura hace que nos sintamos bloqueados a la hora de cualquier decisión. A pesar de todo, en nuestros días la toma de decisiones es una tarea que en cualquier momento debemos asumir. No hacerlo puede traernos repercusiones importantes, puesto que optar por un condicionante u otro, podría dejar de ser problema, aceptando siempre lo que suceda.
           El tomar una decisión contando con los sentimientos de los demás, nos lleva a una encrucijada en la que es muy probable que podamos no salir bien. Si la habilidad de tomar decisiones se aprende, también se puede practicar y mejorar. Es digno de tener en cuenta que las personas “hábiles” en la toma de decisiones tienen capacidad para clasificar las distintas opciones según vean las ventajas o inconvenientes que se puedan apreciar. Cuando tomemos una decisión, no obstante pensemos que los sentimientos y las emociones toman parte consustancial del ser humano, y como tales, nunca debemos ignorarlos si deseamos tomar una actitud coherente.

 
Meditación: El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir, nunca decide.
 

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