Si nos ponemos a
pensar, observaremos que toda nuestra vida transcurre a veces de decisiones. Decisiones
muchas veces sencillas e irrelevante, pero otras llenas de sentido de
responsabilidad. Que a veces aceptamos o no aceptamos, acudimos o nos quedamos,
quisiera, pero no me atrevo, y así sería innumerables los momentos que se nos
presentan en la vida, con la condición que sólo tú y nadie más que tú, debes
decidir.
Porque por mucho
que queramos son situaciones que no podemos mantenerlas al margen, ya que
estamos rodeados de personas que piensan y actúan, y a veces no cómo tú. Ellas
tienen sus valores, sus ideas, sus creencias y por lo general muy diferentes a
las nuestras. Cómo es lógico estoy hablando de relaciones en que los afectos y
emociones tienen un lugar primordial. Cómo: entre parejas, hijos, compañeros de
trabajo, amigos, etc., etc. En fin; en
definitiva vivir es ir sumando sucesos, decisiones y sentimientos que a veces
nos llenan de satisfacción y otras nos dejan al borde de la incertidumbre sin
saber qué postura es la que deberíamos haber tomado.
Cuantas veces
debemos recurrir para tener éxito, al análisis en profundidad y con frecuencia,
saber controlar los sentimientos, para salir airoso de algunas de las
decisiones tomadas. Muchos me diréis ¡cuántos errores! Sí, pero lo llamados
errores no son más que “peldaños” en el proceso de aprendizaje que la vida
continuamente nos presenta.
Tomar decisiones
no es nada fácil, y a veces transitamos por la vida ante una actitud cerrada,
convencido de que no llegaremos a solucionar nada, Tomamos una postura rígida,
a la que nos cuesta visualizar el rumbo y encontrar una conducta flexible a la
que podamos atenernos. Este proceso puede dejarnos anclados y sin salida en un
momento determinado. Es justo pensar que lo que nos da la experiencia son los
años, lo que nos implica a adquirir “sabiduría” Pero siempre nos queda en
nuestro interior ese “resquemor” de si acertaré o no acertaré ante los demás,
siendo esto la causa primordial que siempre tenemos que contar con los
sentimientos de los demás. ¡Nada fácil!
Ni que decir
tiene, que si somos una persona indecisa, aún se nos agrava más la situación,
puesto que esa postura hace que nos sintamos bloqueados a la hora de cualquier
decisión. A pesar de todo, en nuestros días la toma de decisiones es una tarea
que en cualquier momento debemos asumir. No hacerlo puede traernos
repercusiones importantes, puesto que optar por un condicionante u otro, podría
dejar de ser problema, aceptando siempre lo que suceda.
El tomar una
decisión contando con los sentimientos de los demás, nos lleva a una
encrucijada en la que es muy probable que podamos no salir bien. Si la
habilidad de tomar decisiones se aprende, también se puede practicar y mejorar.
Es digno de tener en cuenta que las personas “hábiles” en la toma de decisiones
tienen capacidad para clasificar las distintas opciones según vean las ventajas
o inconvenientes que se puedan apreciar. Cuando tomemos una decisión, no
obstante pensemos que los sentimientos y las emociones toman parte
consustancial del ser humano, y como tales, nunca debemos ignorarlos si
deseamos tomar una actitud coherente.
Meditación:
El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir, nunca decide.
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