Me reconocerán
que es verdad. ¡Qué difícil es entenderse con los demás! Siempre estamos a la
expectativa para reprocharnos de alguna medida que estamos equivocados. ¿Cuántas veces la
intención es sólo compartir alguna reflexión o idea que surge de improviso, con
el ánimo de analizar, comentar o advertir de “algo” que hemos visto que “eso no
es así”. ¡Pues nada! Lo justo para que aparezca la discrepancia, y los malos
entendidos.
La
pregunta ya lo dice el título. ¿Por qué es tan complicada la comunicación?
Simplemente, por la intervención de las emociones, caracteres, sentimientos,
instintos, etc. Llamémosle como queramos, la verdad es que nos complicamos la
vida sólo por hecho de discutir. Así cada persona, más que escuchar e intentar
comprender lo que dice el otro, solo interpreta su criterio y su forma de
entender las cosas de forma personal.
Por
otro lado, aparece la novedosa costumbre muy de los últimos tiempos; el de
“ganar” o “me salí con la mía”: es decir, en no pensar o razonar quien de ambos
está en lo cierto. Todo parte de imaginaciones que brotan de nuestra mente, que
a veces son ideas difíciles de entender que hacen moldear las verdaderas
decisiones que debemos tomar. Es posible que el simple hecho de, que todos
venimos al mundo con un “equipaje” genético ya preconcebido, nos impulsa a
determinar nuestra verdadera situación en la vida. En el fondo, aunque no nos
pongamos de acuerdo a la hora de definir una situación, ambos la reconocemos,
pero no somos capaces de considerar, que la razón es aquella que está “al otro
lado del ring” frente a las emociones.
No
es necesario estudiar mucho para darse cuenta de que la mayoría de la gente
“moldea” su personalidad de la forma que le conviene, no admitiendo el diálogo ni
el razonamiento, para llegar a la verdadera razón. En el fondo, lo que la
mayoría busca es la simple aceptación y la completa aprobación de los demás.
Con todo esto, lo que se consigue es fingir unos sentimientos y actitudes, con
el fin de mantener una imagen que no es real.
Sin ánimo de
entrar en discusiones filosóficas al respecto, tanto en lo que somos como en lo
que hacemos y nos ocurre, influyen factores que a veces se escapan a nuestro
control, sin embargo todavía hay mucho que podemos hacer para superar las
situaciones que nos hacen infelices, ya sean limitaciones personales, problemas
de relación, etc. Es cierto que hay mayoría de personas, que disfrutan de la
vida, solo con el hecho de saber “entenderse con los demás” (qué no es poco), inclinándose
siempre hacia lo positivo. Con estas sencillas palabras podemos reconocer que a
menudo muchos de nuestros objetivos es ocultar algún rasgo que los demás
consideran negativo.
Pensemos siempre
que la verdad es lo que queda. En nosotros está sólo, rechazarla o aceptarla. Lo
peligroso es cuando nos negamos a entendernos o hacemos juicio con demasiada
ligereza. Juzgar es demasiado fácil, lo complicado es entender al otro,
intentar ponerse en su lugar, porque todos tenemos derecho a opinar, pero entonces
¿debemos entender a quién juzgamos? Eso sería ponerse en la piel del otro,
porque es más fácil juzgar a “la ligera”, que comprender los sentimientos de
los demás, aunque merece la pena el esfuerzo de intentarlo.
Buenos días.
ResponderEliminarEn estos tiempos convulsos que corren, se me viene a la cabeza las largas marchas de aquellos ciudadanos de otros lugares del planeta hacia zonas "más desarrolladas", buscando paz y prosperidad. Está claro que son personas con diferentes mentalidades, culturas, creencias pero sobre todo, son hermanos nuestros. Pueden plantearse dos posibilidades respecto a ellos, al menos, a priori: acogerlos o rechazarlos. En principio, creo que con carácter previo, hay que plantearse si una persona o un colectivo, con dosis de sensatez, desea irse de casa, abandonar sus raíces, sus costumbres. La respuesta debe ser siempre negativa. Nadie quiere marcharse de su tierra en estas situaciones pero, no tienen otro remedio. Partiendo de este hecho, creo que los ojos del corazón son muchos más sabios que la respuesta cerebral y, podemos ponernos en su situación. De una forma u otra, esto mismo nos pasa con los cercanos, esto es, cuánto más observamos sus comportamientos, sus virtudes, sus defectos, más sencillo nos resultará descubrir su corazón y, por tanto, lo de "ganar" o "salirse con la mía" pasará a un segundo o tercer plano. Un abrazo.
Aunque estoy muy de acuerdo con Ud. cuando se dirige a esa marcha de ciudadanos que persisten en huir de sus tierras, anteponiendo incluso el riego de sus propias vidas, ya que la imposibilidad de vivir en su propio lugar de origen donde nacieron, hacen que por el mal entendimientos de una determinada clase política, se vean abocados hacia un lugar de “destino desconocido”. Sin embargo tanto demógrafos, sociólogos o antropólogos llevan años diciendo que no es la pobreza el motivo de su emigración, sino las barreras que originan la ambición de sus dirigentes, haciendo que se produzca el hacinamiento, las penurias, y las simples necesidades que el ser humano necesita para sobrevivir. A veces nos resulta difícil de entender que la miseria se la única razón por la que tantas desgracias nos veamos obligados a presenciar diariamente. Saludos.-
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