¿Crees que existen personas que de
alguna manera especial tienen suerte para todo, o que todo les sale bien?
Cuando hablamos de suerte, suelo referirme a la existencia de hechos o
situaciones afortunadas, que se dan debido a la casualidad, al azar, o a causas
que nosotros desconocemos y que están fuera de nuestro control.
Ahora
bien, si le pregunto ¿es usted, por casualidad, uno de esos afortunados? Me
diría que “no”. Es evidente la contradicción. Todo el mundo asegura conocer
personas con mucha suerte, pero luego esas personas, cuando se le preguntan a
cada una, no aparecen. Es posible que nos digan: “preferiría ser mejor persona
que afortunado”. En ese caso tenía una profunda perspectiva de la vida. La
gente suele reconocer que parte de la vida depende de la suerte. Da miedo
pensar que sean tantas las cosas sobre las que no tenemos control.
La
paradoja se debe a que la suerte aparece mal distribuida. Por lo general, cada
uno de nosotros cree tener un poco de buena suerte. Es la creencia que sustenta
la esperanza de ganar alguna vez en los juegos de envite. Ahora bien, lo de tener buena
suerte para todo, es un atributo todavía más misterioso que sólo algunos raros
afortunados deben poseer. A los que sólo creen en el azar, les resulta absurdo;
a los que se dedican a crear circunstancias, el azar no les preocupa: la clave
reside en visualizar aquello que
deseamos conseguir. Si se visualiza el peor escenario posible y se preparan las
soluciones al mismo, estaremos preparados para enfrentarnos a cualquiera contingencia.
Ahora
bien: ¿Cree usted que hay “gafes”, es decir, personas que dan mala suerte a
quienes se relacionan con ellas, o que traen mala suerte con su sola presencia?
No me diga que la pregunta es extravagante, porque, resulta que cuatro de cada
diez personas preguntadas, dicen que “sí”. Es un porcentaje abrumador, si
tenemos en cuenta que estamos ante una lógica barbaridad.
Nadie
puede vender suerte: hay que desconfiar de los vendedores de suerte, de
aquellos que proponen fabulosos negocios en los que solo es necesario hacer una
“pequeña inversión” y esperar a que lluevan los beneficios. En la mayoría de
los casos suelen ser fraudes. Lo importante cuando se habla de estos temas, es
lo que tú crees, no lo que supones que crees, o quizás lo que te interesa
creer. Lo importante es lo que tú
subconsciente percibe, puesto que es ahí donde está la realidad de la
vida.
¿Cuán
misteriosos son los rumbos de la vida; lo que se dice y no se cumple. Esas
autopistas sin rumbo ni destino, que se enredan en palabras trucadas por la
mala fe, hacen que los caminos se pierdan para siempre. En ese afán por
impresionar, está basada la imperiosa necesidad de resultar en geniales medios
tramposos que amparados en la simpatía y la nobleza, que no dudamos en creer.
A
veces confundimos desilusiones, contrariedades, frustraciones con una especie
de “estado” o “entorno” que a la larga llegan a envolvernos. Y a eso les llamamos
“mala suerte”, ¡No! Jamás deberíamos atribuírselo a un mal destinos:
sencillamente resulta que, ¡No lo
vimos a tiempo!
Meditación:
El amor es lo más grande que Dios nos pudo dar, si no lo tienes, búscalo; si lo
tienes cuídalo y da gracias, ¡eres persona afortunada!
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