¡Que de falta echamos esa paz interior
que continuamente deseamos! Los quehaceres apurados de la vida cotidiana y los
conflictos que cargamos diariamente nos consumen. Sin embargo, curiosamente
cuando interpelamos a algún introvertido sobre sus rasgos de caracteres, todos
coinciden sin excepción en que su tranquilidad es su fortaleza, y que es a
través de esa quietud donde encuentran su inspiración vital y el verdadero sentido
de las cosas.
A
veces nos sentimos cansados, llegando nuestras energías a fragmentarse, siendo
imposible encontrar una base firme para nuestro bienestar. Sencillamente la
carencia de esa paz interior es la consecuencia de la falta de esa calma interior
que deseamos. Todo es debido al derroche de recursos vitales como las
preocupaciones, lamentos, culpas, indecisiones, estupideces, etc.
Pero
si diariamente continuamos adaptando nuestro buen o mal humor a las
circunstancias, permitiéndonos que sean estas quienes marquen nuestro estado de
ánimo somos nosotros mismos los que nos convertimos en el problema, impidiendo
que la paz y el sosiego interior se activen dentro de nosotros, en lugar de
crearnos un refugio seguro de tranquilidad y de equilibrio que nos permita disfrutar
de cada instante. Pensemos que todo lo que nos preocupa, nos lleva a contribuir
a que todo lo que nos suceda a lo largo del día, nos desequilibre y nos
inquiete.
Siempre
hemos reconocido el valor de la soledad y la introversión. ¿Cómo es que lo
hemos olvidado en estos tiempos? Vivimos momentos históricos convulsos con
grandes problemas por resolver. Ellos requieren que los introvertidos se sientan
libres para aportar esas soluciones que derivan de nuestras propias perspectivas
existenciales, colaborando de esta forma en la creación de una sociedad estable
que sepa aprovechar el talento y las capacidades de los individuos que la
forman.
La
mayoría de las personas no llegan a tener paz ni estabilidad interior. Viven
tan dispersos en las cosas del mundo, que confunden lo que tienen con lo que
son. Cuando una persona confunde lo que es, con lo que desea, es cuando empieza
a perder la paz interior.
Ese
sosiego interior llega cuando nos apartamos mental, emocional y hasta físicamente
de los dramas mundanos, de los conflictos, de todo aquello que creemos que
debemos decir, es decir: hacer o defender.
Nuestro
sosiego interior se convierte en una realidad cuando decidimos íntimamente
trasladarnos de las tristezas y las preocupaciones a la tranquilidad y la
dicha. Nuestra paz interior no debemos confundirla con inactividad. Tampoco es
la ausencia de sufrimiento: no hay verdadera paz interior sin cruz. Aunque os
parezca mentira, se puede sufrir mucho y crecer con un gran sosiego y una paz
interior.
Meditación: El
paz interior no se puede mantener por la fuerza; solo se puede conseguir por la
comprensión.
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