A todos nos gusta sentirnos
fuertes, incluso “invencibles” pero cuando nos rompemos por dentro, negamos lo
vivido, nos castigamos por ello o sufrimos en exceso. Cuántas veces esa
fragilidad, la vulnerabilidad o la simple necesidad de depender de otros, puede
ser nuestra peor pesadilla, sobre todo para quienes tienden a verse
todopoderosos y para quienes no han sido apoyados y sostenidos afectivamente,
para auto-sostenerse.
En
ambos casos, generalmente suelen haber personas que no saben pedir a los demás.
Para otros no es tan evidente, pero sólo el contacto con la idea de ser
vulnerable nos provoca una autocrítica muy severa, inculpándonos diciendo: “soy
débil”
La
vida es un flujo en el que nos vamos tropezando con dificultades y
frustraciones que nos hacen darnos cuenta de lo pequeño que somos, y a la vez,
de lo grande que podemos llegar a ser.
Si
nos paramos en esta vida, nos puede pasar de todo, y en cualquier
momento, pero si reconocemos este hecho, nos vemos obligados a imaginarnos que
somos omnipotentes. Por tanto, me pregunto: ¿Qué podemos hacer? ¿Qué podríamos
decirnos a nosotros mismos cuando nos vemos en nuestra fragilidad, desde esa
imagen de impotencia? Pues hablarnos a nosotros mismo y comprender que somos
frágiles.
Siempre
debemos de considerar que la fragilidad no es lo mismo que la debilidad. No
aceptar que somos vulnerables nos confrontan con esa dureza interior que muchas
veces padecemos. La debilidad significa no ser capaz de levantarse, esperar que
sean otros los que nos salven o, incluso, evitar las emociones. Mientras que la
vulnerabilidad lleva consigo aceptar que las cosas pueden dolernos, que nos
podemos caer, incluso “romper”, pero que al mismo tiempo somos capaces de
levantarnos.
A
veces unas palabras a tiempo, son la diferencia para otra persona, aquella que
te permitirá vivir bien durante un día entero… o más. Muchos están influenciados
por la forma en que les miramos, por nuestros gestos, por nuestro interés, etc.,
siempre acerca de sus circunstancias. De esta manera, reconocemos, ¡Que estamos
conectados!
Ni
tampoco podemos querernos si no somos capaces de querer a una parte de nuestro
prójimo. Este es el mensaje que tenemos que ir descubriendo inicialmente con todo aquello que signifique
profundizar en nuestro propio silencio.
Nadie
puede volver atrás y empezar un nuevo comienzo, pero cualquiera puede comenzar
hoy mismo y hacer un nuevo día. No importa la forma en la que interpretemos
nuestro modo de vivir.
Siempre
es justo reconocer lo que podemos hacer y alcanzar, meditando acerca de
nuestras propias necesidades, reconocerlas y no teniendo miedo a pedir ayuda ni
disculpas, sin desvalorizar a nadie y ocuparnos que en cualquier momento de
nuestra vida podemos llegar a ser frágiles.
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