Una vez más surgen las llamadas de teléfono, los E-mail’s, los mensajes de móvil, etc. Sí, son las consabidas felicitaciones, aunque siempre habrá muchas que se quedan en el olvido y nunca llegarán. Todos los años hay alguien que dice: “Tienes hecho un pacto con el diablo”, aunque he de reconocer que ocasiones no faltaron. Será el Altísimo, la Providencia, la Naturaleza, vaya Ud. a saber, ya que aquellas ocasiones pudieron acabar en un “adiós definitivo”
Al principio de este incomprensible encargo que le suelen llamar vida, deseaba cumplir años de prisa, para salir de la niñez tan desarmada; para salir de la ciénaga pavorosa de la adolescencia. Ahora no desearía cumplir más. No me importaría que el calendario se parara. ¿En serio? No, no creo; es bueno que el tiempo pase con su carga y continúe dando ocasión a que todo suceda como debe ser.
Acaso lo que desearía es aquello, como el lisiado de Lourdes, “que al menos me quede como estoy” Quizás no he aprendido lo suficiente. Los amores, las amistades, los encuentros, los desengaños, etc. (aún me queda mucho que aprender).
Todos se extinguen con el tiempo, sólo perdura el amor propio. El amor se rige por dos leyes: la de amar a los otros e intentar que los demás nos amen.
Se nos había dicho que durante la juventud, creemos amar; pero solo a la madurez y en compañía de alguien conocemos la fuerza del amor. De esta forma, no me extraña que me haya hecho tolerante, (cosa que nunca lo fui) ¿No se afirma que la caridad bien entendida, debe empezar por uno mismo? Así el melancólico padece una pérdida de su propio respeto, o sea, una pérdida del amor propio, puesto que dicha celebración, es en parte la pérdida de nuestra propia vida. Ninguna celebración está completa sin meditación. La meditación ayuda a que la celebración penetre más profundamente de nuestro ser.
En realidad es algo muy profundo: un sentimiento que exige lo que exige el amor, un largo matrimonio inexcusable al que se viene a compartir, salud y enfermedad, pobreza y abundancia.
Nada de esto se debía celebrar, puesto que es un asunto propio y personal de cada uno. El cumplir años no es más que un aspecto perfeccionado del instinto de conservación. Y el instinto de conservación es el primer mandato de la vida.
Meditación: El que no aprende a sus años, sufre amargos desengaños.
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