Partimos de que la duda es
una indeterminación entre dos decisiones o dos juicios, a la que tenemos que
afrontar, tratándose ante un hecho, una noticia o una creencia. La duda nos
supone siempre un estado de incertidumbre.
Aunque nos parezca mentira, durante toda la vida estamos
dudando, sin querer reconocer que en los momentos clave, si dudamos, fallamos.
Cierto es que la vida está llena de dudas y si éstas no existieran, no
llegaríamos a la verdad absoluta. Estas dudas hacen que nos bloqueen nuestras
capacidades de entendimiento, llegando a un sufrimiento el cual hace que nos
impida superarnos.
¿Cuántas veces no nos atrevemos a ejecutar un paso sin la
convicción de qué sucederá en el siguiente? Parece que dudando siempre de todo
y analizándolo todo llegamos a estar más seguro de todos los aspectos que se
nos presentan en la vida. Pero visto desde un punto de vista personal, creo que
no se debe dudar de todo, ya que esto no llevará una continua incredulidad de
todo lo que vemos. Consideremos pues, que donde hay dudas no hay certezas. Por
tanto si alguien duda sobre algo, debemos estar seguros de que no existe
validez en esa cuestión; puesto que la duda llega a un límite de la confianza.
Los motivos que originan las dudas pueden ser múltiples: malos entendimientos,
desencuentros amorosos, meditaciones, especulaciones, celos, etc.
Simplemente necesitamos una pequeña pausa para analizar
determinadas situaciones, cuando las vemos muy claras y seguras, entonces es
cuando merece la pena ahondar en ellas. De esta forma es posible que cualquier
intento de elección nos conlleve una carga de ansiedad y sobre todo dudas,
haciendo que adoptemos decisiones por pequeñas que sean. Es entonces cuando nos
damos cuenta de no haber tomado un “camino” el cual ni habíamos pensado. Luego,
cuando empezamos a participar más activamente, vemos el compromiso el cual ya
nos resulta amenazante. Todo esto está sujeto a emprender situaciones en la
vida en medio de un “mar de dudas”
La inseguridad en uno mismo no es un sentimiento de
superioridad, sino de independencia. Esa inseguridad llega a ser una emoción
negativa, acompañada de unos sentimientos de inferioridad, como por ejemplo: no
sentirse amado, dudar de uno mismo o miedo a las críticas. Esta tendencia a
dudar de uno mismo origina a que tenemos expectativas irreales, debido a
opiniones de los demás.
Otras de las razones de porqué dudamos tanto, son
experiencias del pasado de haber sido criticado, ignorado, ridiculizado o
quizás tengamos tendencia hacia el perfeccionamiento. Si una persona ha sido
criticada constantemente, jamás podrá poseer la seguridad en sí misma, puesto
que cada vez que quiera emprender “algo” aparecerá la duda. Ese hecho crea un
estado de incertidumbre, de incapacidad y de comunicación ante los demás, llegando
siempre al sufrimiento con la duda.
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