Los remordimientos son situaciones que
experimentamos en nuestro interior debido a actuaciones pasadas de las que nos
creemos culpables. Así llegamos a decir que los remordimientos de conciencia
pueden llegar a ser tan intensos que solo existe una forma de calmarlos.
Reparar el daño realizado, es decir, pedir perdón o decir lo siento a la
persona a la que se le ha hecho. Lo cierto es que el perdón es un acto de
verdadera valentía que nos permite empezar de cero en una relación de amistad,
amor, familiar, etc. Las emociones no apartan información sobre el modo en que
se encuentra nuestro mundo interior y cómo nos sentimos en ese momento.
Sin embargo, a pesar de lo mucho que se ha
escrito acerca del sentimiento de culpa no siempre se habla de la cara amable
de esta emoción. Porque también la tiene. He podido experimentar en diferentes
personas, que una vez pasada la tempestad de los síntomas y malestares en sus
innumerables formas, la culpabilidad puede cambiarse en sentido consciente de
responsabilidad, pero a veces es imposible.
Tal
vez por ello, es positivo escuchar la tristeza que produce en nuestro interior,
la decepción o el miedo que produce tras sufrir remordimiento de conciencia.
Todo causado por una acción que se ha considerado incorrecta a través del tiempo,
que indudablemente puede corregirse y cambiar en cualquier momento.
Y
es que, a diferencia de lo que suele ocurrir con cualquiera de nuestras
situaciones, el sentimiento de culpa prestigia a quien carece de él. Esta máxima
por lo general inconsciente, nos lleva a la implícita necesidad de transferir
la responsabilidad de los hechos a los demás. De este modo, creemos conservar
la nobleza de nuestras intenciones, sin darnos cuenta del alto precio que
pagamos por vivir en una tóxica situación de victimismo.
El remedio es la sinceridad y el arrepentimiento. Aceptar la
responsabilidad de una acción determinada. La superación del remordimiento, y
la paz consiguiente, depende mucho de la noción que tengamos de nuestra propia personalidad. Por
ejemplo, si nos consideramos excesivamente vengativo y solamente justiciero es
comprensible un sufrimiento que no se va ni con el arrepentimiento. Los
escrúpulos son diversos, pero sus síntomas pueden ser semejantes. Si se sabe
apreciar que la coherencia personal se
armoniza con la misericordia, será más fácil la sensación de ser realmente
perdonado. Aunque si se tiene el sentido de una fuerte personalidad con todos
los matices de la redención personal, se puede superar el dolor y adquirir una
confianza y seguridad llenas de paz.
Es hora, pues, de ir superando nuestra actual cultura de culpa en su doble
dirección, ni cargar el peso de la responsabilidad en otros, para no
humillarlos eternamente ante su dolor. En su lugar, debemos dar voz a los
remordimientos para traducirlos en lecciones prácticas de cómo ser mejor
persona que antes.
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