sábado, 9 de marzo de 2013

El estrés. II

            Todo el mundo suele sentir estrés en algún momento de su vida. No obstante, aunque en algunos casos es bueno, puesto que nos empuja a hacer más, a estar activos, a no bajar la guardia en situaciones amenazantes, aunque en otros momentos puede suponer un problema de salud. Y es que, a pesar de que se trata de una respuesta normal del organismo, cuando perdura puede transformarse en un factor patológico y causarnos numerosas afecciones.
            Las personas que están atravesando etapas vitales y que comparten cambios en su vida, suelen estar sujetas a esa presión ambiental, siendo las consecuencias las de sufrir un tipo de estrés.
            Hay veces que nuestros pensamientos se manifiestan de la siguiente manera: “Puedo con todo”, ”Soy fuerte”, “Lo voy a conseguir”… todo esto se convierte en: “No me va a dar tiempo”, “Lo hago todo mal”, “No puedo más”… es posible que el estrés se esté convirtiendo en un problema más a tratar. En esos casos hay que poner remedio lo antes posible para evitar males mayores.
            De lo contrario, el estrés puede deteriorar nuestra salud física y alterar nuestra salud psicológica. De la misma manera puede llegar a contagiar y afectar a nuestros seres queridos, ya que existe un hilo conductor que transita del inconsciente a los que te rodea
            El estrés se retroalimenta, y eso es lo que agrava sus efectos. El malestar físico y pensamientos como “No voy a ser capaz” se convierte en un nuevo problema con el que hay que lidiar a diario, añadiendo más presión y preocupación. Además, la situación acaba afectando a toda la familia, lo que genera la aparición de sentimientos de culpa que, a la vez, se convierten en ansiedad.
            Hay momentos en la vida en los que uno debe revisar su actitud y, si es necesario, cambiarla. Para ello, es necesario emprender ciertas conductas. Debemos aprender a confiar, a delegar tareas en personas de confianza y a llegar a acuerdos con la pareja, si se dan las circunstancias. Para ello, es de relativa importancia dedicarle un tiempo diario o semanal para realizar alguna afición, así como para la meditación y la reflexión.

Meditación: El estrés es alimentado por las heridas no curadas.

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