Considerado como el violista más extraordinario que haya producido la humanidad. Pocos artistas (casi podríamos decir ninguno) ha creado tantas leyendas y fantasías en torno suyo. Al oírlo tocar la gente quedaban subyugados por su arte maravilloso: lo que en otros ejecutantes hubiera sido intolerable, en él era natural y espontáneo, tomaba un aspecto particular que lo hacía lógico y atrayente.
En realidad Paganini inicia una etapa caracterizada por el “virtuosismo” o sea la habilidad extraordinaria para dominar la técnica de un instrumento o de un medio, llevándolo hasta los límites de lo prodigioso o casi irrealizable: en el campo del violín, se ha dicho que Paganini, con una intuición genial llegó a descubrir las bases científicas de “cómo tocarlo” y que las aplicó con una frialdad de ciencia y una seguridad de procedimientos, unida a una sensibilidad superior. Los que los escuchaban se sentían atraídos y, valga la palabra, trastornados por su enigmática personalidad.
Lizst, ya eminente pianista cuando lo escuchó, reconoció la necesidad de aumentar sus recursos técnicos para producir en el piano efectos equivalentes a los que Paganini obtenía con el violín. Schumann decidió su vocación musical por la impresión que le produjo. Meyerbeer, el maestro de las representaciones escénicas y de los efectos sonoros grandiosos, lo seguía de ciudad en ciudad, y aún a diferentes países, para admirar y aprender sus técnicas. Chopin le paga su tributo. Schubert, el alma sensitiva dijo de él: “He escuchado el canto de un ángel” Y Berlioz escribió: “Único en su clase: es uno de esos artistas de quienes puede decirse que son guías y ejemplo de quienes persiguen la suprema perfección.
Se decía que Paganini era hijo de una bruja y del diablo, aún más, era el propio diablo; para muchas personas cruzarse con él era signo de mal agüero: corrían despavoridas, santiguándose y huyendo de su presencia.
Era flaco, de una delgadez espectral, descuidado en el vestir hasta el punto que parecía que sus desplanchados vestidos colgaban negligentemente de sus hombros: los cabellos negros, largos y escasos; la cara huesuda y angulosa, la nariz ganchuda y unos negros ojos que brillan como carbunclos. Al tocar, su cuerpo se encorva y sus piernas se abren, balanceándose de uno a otro lado, pareciendo que se transfigura por medio de un fuego interior.
El mismo decía: “El espejo me dice que soy muy feo y hace tiempo que dejé de ser joven; pero cuando las mujeres escuchan mi música y mis tonos aterciopelados, comienzan a llorar; entonces soy un ídolo y ruedan a mis pies”
Sería interminable hablar del máximo genio que la historia ha tenido de un violista. Como anécdota os contaré que en aquella época muchos se acercaban para tocarlo y convencerse que era de carne y hueso; En Praga, fue identificado con el “verdadero judío errante”; diciendo que las cuerdas de su violín pertenecían de los intestinos de una de sus mujeres a quien había asesinado, por lo que había pasado ocho años en la cárcel.
Debido a su extrema dificultad, tanto en cuerda “frotada”, cuerda “percutida”, como en “pizzicato”, y sobre todo en expresividad, algunos violinistas evitan interpretar obras de Paganini debido a su depurada técnica.
Meditación: En verdad, si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco.
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