jueves, 23 de agosto de 2012

Los silencios.

            Quería escribir sobre cómo ciertas personas desaparecen sin darnos cuenta. ¡Cuántas veces compartir con alguien un silencio puede ser un modo de hablar! Pero una vez que el silencio empieza a hacerse espacio y a mostrarse como una distancia, es cuando los recuerdos fluyen a nuestra mente, haciéndose patente aquellas emociones.
            Cuando pasan los años, comenzamos a darnos cuenta que en alguna parte de los libros de texto, dejamos  algo sin leer; y ahí  estaban esas explicaciones a todo lo que con los años dejamos de entender o al menos eso es lo que supongo no entiendo.
            A veces lo más triste es vagar entre los minutos, sin darme cuenta que, entre tantos amigos, ya no pueden hablar conmigo.
            De una forma u otra, sentimos cerca resonar diariamente el silencio. Y no siempre lo abrazamos. Preferimos huir, escapar de cualquier tipo de palabras, agarrarnos a lo que sea, con tal de no notar que ya nadie se dirige a mí. Sí, he de confesarlo; disfruto de esos tiempos en solitario, ellos asisten a la manifestación de mis emociones y pensamientos que en ocasiones sorprenden a mis sentidos, elevando la comprensión de las circunstancias, que durante todo este tiempo me mantuvieron en vilo.
            Los ruidos de nuestro entorno llegan a contaminar tanto nuestra rutina, que en cierto punto, me inquieta el corazón y enmudece mi alma. Y ni hablar de la simpleza que a la razón nos provoca, embruteciendo mi capacidad y empobreciendo mi talento
            Quizás necesitemos educar las escuchas para recibir lo que ni siquiera se ha hecho aún palabra de explicación, configurando de esa manera un ruido incesante. Oír el gesto, sentir el movimiento, ver lo enmudecido y tocar lo indecible son formas de atención que sólo pueden considerar quienes son capaces de habitar en el silencio.
            Es entonces, cuando sospechamos que no es el silencio el que cuida y vela por las palabras, por el decir justo que nunca pronunciaremos, sino el silencio por nuestros afectos.
            Demasiado silencio para poderlo compartir. Esa es la manifestación de que me ha producido un desfallecimiento de la palabra, es decir de nuestras palabras. Solo nos queda la tarea de recuperar la salud, antes de que, afectivamente el silencio sea letal.
            Siempre hay algo que no termino de encontrar, algo que no acabo de entender y mucho que ya no consigo comprender, por mucha reflexiones que experimente, solo prefiero la calma que el silencio me presenta, valorando los hallazgos que ellos me ofrecen, y aceptando con gusto mis verdades.

Meditación: Todo, hasta el mismo silencio tiene algo que decir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario