Frecuentemente solemos decir que hay personas que nos despiertan un sentimiento de admiración. Esto no tiene por qué coincidir con el amor o con cualquier otra forma de afecto pero convengo en que la admiración equivale a estimar las cualidades de una persona, por ser extraordinarias y dignas de ser imitadas.
En todo caso, se puede precisar que la admiración pertenece al campo de las relaciones personales. Tampoco debemos desear ser exactamente como la persona admirada, sino que ésta nos sirve de modelo a la que admiramos. Desgraciadamente, la palabra “modelo” sólo se emplea para la pasarela y la publicidad.
Podemos decir que cualquier proceso de creación artística, científica o simplemente profesional, consiste en un episodio de imitación. Por eso hay tantos imitadores y tan pocos creadores. Lo que ocurre es que no todas las personas se mueven por imitación de los modelos dignos de ser admirados.
Mucho me temo que en el torbellino de nuestra sociedad actual se haya erosionado mucho la capacidad de admiración. Es más, sostengo que el enamoramiento empieza por la admiración, si bien no puede detenerse ahí. Una relación amorosa se apaga cuando uno de los dos deja de admirar al otro.
Tampoco debemos preocuparnos por este síntoma de decadencia personal, al no admirar a nadie. Por desgracia hay personas que, ya desde la niñez, no admiran a ninguno de sus semejantes. Lo que parece una cosa personal, es realmente una falta de crecimiento armónico, o lo que es lo mismo un indicio de anormalidad.
Lo imprescindible es que cada uno tengamos modelos a los que admirar. Es el papel que correspondía a nuestros héroes de antaño, porque me temo que los textos escolares de hoy no presentan muchos modelos. Puede que hablen de personajes “de referencia”
Meditación: La admiración debe ser vista desde el interior de uno mismo.
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