martes, 12 de junio de 2012

Escúchate a tí mismo.

             Escucha tus propios sentimientos; no hace falta que mires a tu alrededor. Pues si miras a los demás, no ves exactamente que les ocurre porque su rostro no es su realidad, como tampoco lo es tu rostro.
            Ahí radica la hipocresía de la sociedad: en no mostrar lo interno, el centro, el verdadero rostro, mostrarlo solo a quien es realmente íntimo y puede comprenderlo. Pero, ¿a quién puede considerarse íntimo? Ni siquiera los amantes muestran sus verdaderos rostros. Porque nadie sabe nada, en este momento alguien es tu amante y al momento siguiente no lo es. Por eso, cada cual es como una isla, algo cerrada.
            No mires a los demás; mírate a ti mismo. Y dejas que salga lo que hay en tu interior, aunque corras riesgos. No existe mayor riesgo que la represión. Si te reprimes, perderás todo entusiasmo, todo apetito por la vida.
            Escucha tu corazón, y haya lo que haya en él, sácalo al exterior. Al cabo de poco tiempo lo conseguirás y lo disfrutarás. Y una vez que aprendas a ser veraz, es tan hermoso que nunca estarás dispuesto a ser falso.
            Se sincero contigo mismo: no existe otra responsabilidad. Hemos de ser responsables con nuestro ser. Tienes que responder ante tu ser, y Dios no va a preguntarte por qué no has sido otra persona.
            Solo en esto radica el problema, en cómo ser uno mismo. Y si puedes resolverlo, lo demás no será problemático. La vida es un hermoso misterio para ser vivido, no un problema para resolver. Sencillamente, vivir y disfrutar de ella.

Meditación: Cada minuto es una oportunidad para cambiar tu destino.

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