Muchos estudios concluyen que las posibilidades de fracasar son mayores en las segundas parejas. ¿Los culpables? La sombra del pasado y sobretodo la creencia que lo más importante es el sexo.
Las segundas parejas arrancan de una experiencia previa que, la mayoría de las veces, pone traba al avance sentimental. No es lo mismo empezar de “cero” que empezar de “nuevo”; las rupturas restan confianzas, generosidad, ilusión, etc.
A las nuevas relaciones se llevan los mismos miedos, necesidades obsesivas, conflictos de ubicación y carencias que a la primera.
Antes esas premisas, ¿cómo no van a fracasar igual que las anteriores parejas? Pero que sea difícil recomenzar no significa que sea imposible.
La primera relación amorosa viene impregnada por la ilusión de la novedad, las ganas de descubrir al otro, de experimentar lo que es tener pareja. Así, cuando se empieza de cero es más fácil ir creando costumbres nuevas.
Lo que más cuesta es vencer aquellas experiencias que crean en nosotros desconfianzas, actitudes de defensa y una nueva realidad de estar ante una nueva situación.
Las personas viudas tiendes a recordar sólo las cosas buenas, mientras que los divorciados y separados llegan a sentirse culpables de volverse a enamorar, a no sentirse seguros de esa nueva relación.
En ocasiones se reprocha a la nueva pareja cosas que quedaron sin resolver de la relación anterior. Indudablemente, cuesta menos superar una ruptura y empezar de nuevo cuando se ha madurado convenientemente
A veces las diferencias generacionales pueden llevar a dificultades de convivencias que favorecen al fracaso.
Meditación: Aprender sin reflexionar es malgastar la energía.
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