¿Por qué a veces perdemos la compostura? ¿Y contra quién? ¿Contra ti mismo?, ¿contra los demás o contra el mundo y sus injusticias? Trataré de explicarlo en este pequeño y breve artículo. En definitiva es una especie de hervor interior: un torbellino que nos invade de pies a cabeza. Nuestro corazón se acelera, las mejillas se sonrojan y las ganas de gritar suben a la garganta.
¿Qué hacer con toda esta ira acumulada? A veces ni siquiera nos lo planteamos; chillando improperios terribles, para luego excusarnos de esa explosión de violencia verbal. Otras veces, sin embargo, no explota nada y la cólera sigue en nuestro interior como una sensación difusa, opresiva y difícilmente identificable.
¿Por qué ese silencio o en caso contrario, ese remordimiento y esa culpa? Porque esas emociones nos asustan, y aunque normalmente queremos atraer a los amigos, la ira nos mantiene alejados de los demás e invita a la “batalla”. Si la dejamos explotar, nos convertimos en lobos contra los demás; y es que la ira es nuestro animal interior.
Entonces, ¿qué podemos hacer cuando la rabia nos invade? Entender, escuchar, tratar de identificar cuál es la causa que la ha provocado. Y después tratar de encontrar otras maneras de expresarla sin violencia.
En definitiva ¿Qué hacer? Mantén tu deseo de hacer las cosas bien, pero como un ideal, no como una exigencia. Acepta tus imperfecciones con una sonrisa en lugar de con pesar.
Después si para ti es importante, y eres cauto exígete el deber ir más allá. Pero no olvides que, a largo plazo, un cambio se produce mejor en un ambiente tranquilo que en un clima de violencia.
La auto comprensión es mejor que la auto culpa. Y no te violentes ni te envenenes, la vida ya se encargará de hacerlo.
Meditación: El tiempo cura lo que la razón no puede curar.
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