Está claro de tomar decisiones no es nada
fácil. Pero ¿por qué nos cuesta tanto tomarlas? ¿Verdad que nos resulta más
sencillo afrontar las dificultades, aunque no entendamos por qué se producen?
La toma de cualquier decisión no es nada más que un cálculo de probabilidades
en un proceso que va más allá de la mera evaluación ante diversas alternativas.
Para
tomar una acertada decisión, es necesario estar relativamente informado de las
características y de las posibles consecuencias de cada una de las alternativas,
que podamos tomar, pudiendo considerarse éstas como un paso previo a la
elección de una alternativa concreta, ya que, para realizarse, debemos tener en
cuenta también otros factores, como los distintos procesos que nos pueden
perjudicar al realizarlas.
Es
muy de tener en cuenta que el simple hecho de vivir, ya es decidirse, puesto
que ya estamos implicados en la vida desde nuestros orígenes. Ya he hablado en párrafos anteriores de la información al tomar
decisiones y, si lo pensamos, el acceso a cualquier tipo de información ya es
un privilegio y algo a la que la mayoría no estamos dispuestos a renunciar,
pero; ¡cuánto nos dificulta la toma de decisiones! Todo porque el proceso se
hace relativamente largo y en ocasiones interminable.
En
todos los tiempos el ser humano ha tenido que hacer uso de elecciones sobre
diferentes aspectos de su vida cotidiana. En el día a día esta toma de decisiones
es una tarea que debemos asumir. Siempre nos surge eso de: ¿lo hago o no lo
hago?, ¿de qué manera sería mejor?, ¿pregunto antes? Si lo pensamos bien, no
hacerlo puedes traernos preocupaciones importantes puesto que la toma de una u
otra decisión, deja de ser problema ante el hecho de no haberlas tomados.
También es muy
frecuente estar sometido al riego del fracaso. La sociedad en que nos movemos
nos enseña que, si nos equivocamos en tomar una decisión, termina siendo un
fracaso. Y que no estamos acostumbrados a ver los errores como fuentes de
aprendizaje, sino como el origen de algo vergonzoso. Existen momentos o
determinadas situaciones en que podemos tener suerte y las cosas se “resuelven
solas”, pero el tiempo, no nos suele poner fácil. En esa situación es cuando
quedamos desorientados sin saber a qué atenernos. Tengamos en cuenta que tomar
decisiones a corto plazo el problema parece estar resuelto, sin embargo, a
largo plazo puede tener soluciones más acertadas. Aunque en la vida hay muchas
cosas que se escapan a nuestro control, siempre podremos decidir algo sobre
ellas. Por lo general, respetamos más a las personas que son capaces de tomar
sus propias decisiones, es decir; de asumir errores y de intentar conseguir lo
que se proponen.
No olvidemos que
los errores traen lecciones, y que el hecho de decidir algo para luego ver que
no nos gusta es también una valiosa lección, ya que todo nos ayudará a
superarnos mejor.
Meditación:
Esperar duele, olvidar duele, pero el peor de los sufrimientos, es no saber qué
decisión tomar.
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