Dicen que las
comparaciones nunca fueron buenas. ¿Sirven para aumentar la autoestima? Todo lo contrario. Si dejáramos de compararnos,
la frustración y el enojo se transformarían en aceptación de lo que realmente somos,
comprobando al mismo tiempo, el placer
de aprender. Las personas perfeccionistas tienden a compararse todo el tiempo y
a sentirse en posición de inferioridad. Las comparaciones excesivas nunca
fueron buenas para nadie. Cuando éstas vienen del exterior, es decir, de otras
personas, tal vez es más fácil hacerle frente y en todo caso hacerle caso
omiso.
Todos
sabemos más o menos, cómo deberíamos ser. Eso lo recordamos en las palabras más
cariñosas de nuestros padres. Sin embargo cuando las comparaciones vienen de
uno mismo suele ser mucho más difícil hacerles frente, sobretodo porque en la
mayoría de los casos éstas suelen hacerse con respecto a personas con gran
cantidad de logros, virtudes y atributos positivos, por lo que es habitual
hacer tales comparaciones.
Las
comparaciones entre el yo real y el yo ideal, generan siempre una conciencia de
déficit y una insatisfacción de lo que realmente somos. El primer escape de ese
incómodo sentimiento es el de imponernos y exigirnos el esfuerzo para
transformarnos en aquello que deberíamos ser y no somos.
Las
comparaciones pueden llegar a tener un lado positivo cuando no son excesivas y
no se toman como algo malo, sino que simplemente se toman como una herramienta
motivadora para mejorar o alcanzar ciertos logros. La paradoja es siempre sorprendente. Al desear querer ser
mejor, comenzamos a ser mejor y mejor sin pretenderlo, de esta manera nos vamos
adaptando a un sentido creativo, viendo que nuestro ser va mejorando cada día.
Sin embargo, hay que tener cuidado porque la línea que la divide suele ser buena
y cuando no lo es, entran en una dinámica de comparaciones la cual nos lleva a un
perfeccionismo extremo que no aumenta nuestra autoestima, ni no que nos conduce
a una continua y permanente insatisfacción.
Para
terminar la pregunta sería la siguiente; ¿Son malas todas las comparaciones?
No. Hay comparaciones que son necesarias. Esto ocurre cuando tenemos una
persona que nos sirve de modelo a seguir, siempre y cuando no menoscabe nuestra
autoestima y tengamos claro en todo momento que, si bien en esa faceta es
superior a nosotros en algunas otras, podamos ser distintos o quizás mejores
que ellas.
Tampoco
es conveniente que las comparaciones nos produzcan complejos, envidias, o
rechazos internos por nuestra parte. Esas comparaciones no son fruto de las
ganas de crecer, sino de la no aceptación personal. Tenemos que compararnos
para crecer no para hundirnos más en nuestra propia mediocridad.
Meditación:
A veces, cuesta mucho más eliminar un sólo defecto que adquirir cien virtudes
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