Ante este
título, es posible que se nos venga a la memoria aquellos años de estudios de nuestra
juventud en la que no había materia, sobre la cual siempre teníamos que cumplir
con algunas actividades complementarias, las cuales para algunos eran un
verdadero “martirio” Entre estas actividades, existían las llamadas “culturales”
Entre ellas estaban: pintura, declamación y música. Debo reconocer que cuando
tenía que declamar (eso no era lo mío), nos hacían estudiar una poesía del texto
“Las mil y una mejores poesía de la lengua castellana” y teníamos que
declamarla. Mis actitudes para el Arte dramático, no era mi gran disposición.
Pero debido a que ya en aquellos tiempos estaba iniciando mis estudios de Piano en el
Conservatorio, lo sustituía tocando el acordeón, el cual siempre lo llevaba,
pensando en que podría convalidar dicha actividad.
En aquellos
tiempos me sorprendió enormemente una chica realmente preciosa que por cierto
no recuerdo su nombre puesto que a estas clases acudíamos juntos alumnos de
todos los cursos. Esta chica tenía un verdadero problema con las notas
musicales la cual le hacía imposible solfear. En cambio, cuál fue mi sorpresa
al comunicarle a la profesora que sabía silbar perfectamente. La sorpresa para
mí y más aún para la profesora fue cuando empezó a silbar el Concierto para
violín de Mendelssonh, el cual lo realizó por completo. Tanto ella con su buen
estilo de silbar, como yo con el acordeón, “salvamos la situación” Debido a que
yo era unos años mayor que aquella chica, lógicamente salí antes de la Escuela,
trasladándome a Sevilla, donde continué mis estudios. ¡Quizás haga más de 40
años! Sí, es posible. He de decir que era una chica muy bonita y encantadora, y
que ambos nos hicimos muy buenos amigos, debido a nuestra gran pasión por la
música. A pesar de tantos años no se me olvida la cara de asombro de nuestra
profesora, Madame Mª Louise. Una vez terminado los estudios en aquel Centro,
jamás supe de ella; creo seguirá igual de bonita como entonces. Hoy no sé por
dónde “andará”; ¡quiera Dios, que esté donde esté, sea tremendamente feliz con
su música, aunque sea silbando! Sólo decirle, que si por casualidad lee este
pequeño artículo, desearía hacerle ver que siempre la recordaré con todo el afecto
que durante aquellos años nos profesamos, tanto por su forma de silbar, como
por su gran amor a la música. A pesar del tiempo qué hace que no se ella, jamás
la olvidaré, quizás sea por el tipo de música que me enseñó, sin necesidad de
saber solfear.
Debo reconocer que
no era mi intención hacer mención a esta anécdota, vivida hace ya muchísimos
años, pero debido a que últimamente narré un artículo el cual se denominada
“Mirar hacia atrás”, mi intención era que jamás deberíamos borrar esos
recuerdos vividos que permanecen almacenados en nuestra mente, puesto que si
quisiéramos desprendernos de ellos, tendríamos que anular aquellos que jamás desearíamos que
no se borraran de nuestra memoria.
Tanto las
opiniones, ideas, sentimientos, recuerdos y actitudes que tenemos, de nosotros
mismos y por supuesto la valoración que podamos hacer de ellos, siempre serán
decisivos ante la actuación de nuestro comportamiento a lo largo de nuestra
vida por mucho tiempo que pase. De esta manera, la realización de nuestra forma
de ser, no solo depende de la capacidad de cada uno de nosotros, sino que cada
persona tiene su evaluación propia a través de los recuerdos vividos y de la
información recibida acerca de la efectividad de sus propias actuaciones.
Meditación:
No son los deberes los que quitan al ser humano su independencia, sino sus
propios recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario