jueves, 12 de noviembre de 2015

El placer de compartir.

               Cuántas veces hemos pensado en ese dicho popular que dice: “quien da algo recibe después el doble”. Pero verás; me preocupé al darme cuenta de que era incapaz de entender ese bienestar de compartir, cuando recurrimos a incentivar la codicia de los avaros. Ciertamente, recibimos más de lo que damos, cuando damos; aunque claro, “la moneda” que vuelve no es de la misma denominación que la que entregamos.
             Vincularse con los demás, pone en juego muchas cosas, más allá del valor de la donación. Nuestros instintos se actualizan con la cooperación, la solidaridad y el servicio, con la comprensión, la compasión, la bondad y la generosidad. Los orientales lo denominan de esta forma a través de este antiquísimo refrán. “El que hace el bien a los demás, hace el suyo propio”
             Todos tenemos la certeza de que, si la mayoría de la gente optara por ser solidaria, la vida en sociedad sería más grata, y sin embargo, esa virtud tan “humana” no es congénita ni autonómica, es necesario enseñarla. Todo esto se aprende a partir de la educación en familia, en la escuela, a través de los medios de comunicación y de cualquier manifestación de tipo cultural.
             En algún punto, este planteamiento trae a cuento el tema del perdón. ¿Cómo nos podemos apiadar de aquel que nos ha hecho daño? No todos somos  capaz de semejante generosidad, por mucho que el otro sufra, por mucho que se arrepienta o por mucho que la culpa le atormente.
             El compartir es un acto que no solo habla de nosotros, sino que nos hace más humanos. No hay duda de que en momentos de crisis, y a veces sin darnos cuenta,  desarrollamos una mayor responsabilidad social.
           ¿Por qué las redes sociales resultan con acciones tan cautivadoras para quienes hacemos uso de ellas? ¿Por qué resulta tan atractivo hacer públicos aspectos privados de nuestras vidas? ¿Qué tipo de satisfacción trae consigo el hecho de “compartir” nuestra información a través de Internet?
            Existe un estudio que comienza señalando que “compartir” no es nada nuevo. De hecho es una actividad que siempre ha estado presente a través de nuestra historia. Las personas conversamos, nos reunimos, nos llamamos, y en esos espacios lo que hacemos, muchas veces, es precisamente compartir información.
             Por último solo deciros que, la persona que comparte y perdona, consigue librarse, al hacerlo sinceramente de sentimientos tóxicos y dañinos como el odio, el resentimiento o el deseo de venganza. Y, volviendo al principio, esto es algo que indudablemente, nos vuelve multiplicado por algo que en su día dimos.
 
Meditación Una emoción compartida es un contrato íntimo que va más allá de una palabra o un hecho:

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