Existen momentos
en la vida en que por circunstancias
nunca entenderemos. ¡Todo cambia! Sería demasiado presuntuoso pensar que todo es
cuestión de una única vez o de un solo día. Desde pequeño me enseñaron a que
las personas cambian; pero nadie se encargó de decirme que seguramente jamás me
dirían los motivos.
Pero sí, muchas veces sentimos sensación de disculparnos por decisiones
tomadas o por conductas seguidas. Lo muy nuestro, es decir: “yo no me disculpo
de nada, volvería a hacer lo mismo”. Sí, esa es la respuesta del carácter
típico de los latinos. Sólo cuando somos consciente de aquello, muchas cosas empiezan a tener sentido. De hecho, algunas
reflexiones que hasta entonces habían parecido incomprensibles, empiezan a ser
razonables.
Irremediablemente
así son las cosas. Incluso pueden pasar varios años sin que ni siquiera te
digan, porqué hemos actuados así Siempre vivimos situaciones un tanto engañosas
e ilógicas, con declaraciones enfáticas en las que uno se propone no
disculparse de nada. Lo tengo visto; es el sonsonete de muchos cuando les
preguntamos ¿y no tienes nada que decirme?
de hecho las personas que no se atreven a disculparse de nada, se encierran en
el interior de su mutismo. Lo real y normal es que uno lamente muchas veces el
rumbo de aquellas decisiones que tomamos en un momento determinado. Y pensemos
que somos ni más ni menos, el conjunto de todas nuestras decisiones. No
deseemos decir mentiras maliciosas, ni simplemente la ocultación de la realidad
que no interesa ver. Me refiero a la leyenda de ocultar aquello que puede
resultar preocupante, puesto que todas las equivocaciones o aciertos influyen
en nuestra persona, haciéndonos recapacitar sobre si debiéramos disculparnos,
mucho o poco (o nada) de lo que hicimos. Así podemos llegar de ser “lo mejor de lo mejor” a “lo peor de lo peor”. Son también los
que, ante los reveses de fortunas o dificultades, insisten en que ellos siempre
están en posesión de la verdad.
El
amor al desprecio, es un sentimiento de rechazo, que no deberíamos permitir, ya
que nuestros testimonios incluyen un estilo de vida que debería ser coherente
entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que predicamos y lo que
practicamos. Si no es así, tenemos un solo nombre que es ¡la hipocresía!
Todo
podría definirse como “un estado de conciencia vinculada al pasado por la
desaparición de momentos agradables”, añorando por ejemplo: un ascenso en el
trabajo, unas vacaciones, una amistad deseada, etc. Ahora recuerdo que
Descarte, decía: “Del bien pasado viene el sentimiento de pesar, que es una
especie de eterna tristeza” De ahí, deducimos, eso de, ¿quién pretende no
disculparse de nada en su vida? ¡Son tantos los momentos y motivos en nuestra
existencia para no disculparnos! Ocasiones perdidas, interpretaciones erróneas,
acciones impulsivas, alusiones indebidas, etc. Estas son las formas de expresar
las emociones y los sentimientos de la disculpa: ¡Si yo hubiera sabido!, ¡No habría debido!, ¡Jamás me lo esperaba! Aunque también me gustarían que me
respondieran con toda sinceridad a esto:
¿Y tú, qué hubieras hecho? Aunque lo
más sorprendente es que todo suele estar bajo los “afectos y la amistad” Desgraciadamente respondemos así:
¡Disculparme! ¿De qué? ¿Por qué? ¿Hasta qué punto? ¿De qué sirve? Todas estas
preguntas comienzan a recibir respuestas a través del análisis, la reflexión y
la meditación.
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