sábado, 7 de marzo de 2015

Los diferentes.

            Es curioso; ¿verdad?, hablar de “los diferentes”. ¿Por qué todos quisiéramos ser diferentes? Pero diferentes ¿a quién? En este tema de las diferencias (y ateniéndonos al sentido estricto de la palabra diferente), muchos apuntan a esa puntualización que a la larga podemos observar; “La diferencia estriba en la personalidad, sus atenciones con los demás y sus ideas. Todo formado por situaciones y vivencias que durante la vida han ido sumándose, hacen que el conjunto nos haga diferente a los demás”  
          ¿No es cierto? Compruébalo con tus amigos y no dudarás en que esas diferencias existen en todos, o ¿quizás todos estemos un poco equivocado?
            A uno les gustaría ser distinto, único, exclusivo; otros querrían parecerse punto por punto a los demás. Pero ¿a cuáles? A la mayoría, por descontado. ¿Y cómo es la mayoría? ¿Son idénticos quienes lo componen? Y, por otra parte, ¿no son innumerables las posibilidades de diferenciación?: Los excesivamente altos, o bajos, los albinos, los calvos, los que tienen ojos de color insólitos, los de actitud religiosas, feministas, machistas, independentistas, ¡Será que no sabemos lo que queremos!
             No hay nada más natural que la diferenciación. La Naturaleza es inagotable y pródiga, no repite ningún ser. Una rosa no brota igual a otra, por muy hermosas que sean. Equivalente sí, pero nunca la misma, aunque cada una quepa en todas las primaveras. Quizás el olor, “el olor es el alma de la rosa”. Una rosa no brota igual a otra. Será la más parecida, pero nunca igual.
             Pueden afirmarse que las características de la mayoría son las normales –o sea las que marquen las normas- Si el hombre sabiamente falso, arrebata a la Naturaleza su primacía, ¿no será a pesar de ello, la Naturaleza  una primera costumbre, sobrevenida de la misma Naturaleza? En tal caso, ¿quién puede aquí echar en cara algo a alguien? ¿Quién permite acongojar el corazón de otro haciendo que se vea diferente? ¿Diferente a quién?: ¿de un semejante? ¿Con qué autoridad podemos hacer fuerza a ser tachado de diferentes. Pero cuanta amargura cuando esto sucede, ¿no? Los diferentes se han sentido obligado a esconderse, a huir e incluso a ser rechazados. Hasta que llega un momento en que ya no se sabe si somos “normales”, o fueron ellos mismos los que nos hicieron diferente por nuestra forma de ser.
             En nosotros mismos se nos da la paradoja de estar al mismo tiempo orgulloso de nuestras diferencias y al mismo tiempo abrumados por ellas. El hombre es racional, pero muy poco razonable. En lugar de esforzarnos por multiplicar su reino en función de sus diferencias, procuramos empequeñecernos marcando clases, fronteras, jerarquías, gradaciones, lenguajes y dominios.
              En estos momentos escucho el timbre de mi teléfono: ¿Será ese amigo que tanto  años espero su llamada? Dentro de un instante se manifestará la respuesta. ¡Pues no! Una vez más, la Naturaleza se resiste a ser diferente.

 Meditación: Como podemos ser tan diferentes y a la vez tan parecidos.
 

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