miércoles, 18 de marzo de 2015

Estados anímicos.

              Nuestro estado de ánimo está sujeto a distintas variables diariamente. ¿Cuántas veces nos decimos: “hoy es de los días que no estoy para nada, ni para nadie”. Todo influye en nuestro estado de ánimo. Esta situación puede variar entre dos extremos opuestos: desde la exaltación, la alegría y el entusiasmo, con una importante carga positiva de placer, a sus polos contrarios, la tristeza, la insatisfacción e inhibición; esta vez con carga negativa de sufrimiento. Entre ambos límites puede albergarse toda una gama de posibles y estados de ánimos intermedios.
              Nuestro estado anímico está influido por muchas variables con las que estamos en contacto, como las personas que nos rodean, nuestras obligaciones, nuestra situación  laboral, etc. El estado del tiempo es una de esas variables con la que estamos en constante contacto. Obviamente a todos no nos afecta por igual, hay gente que es más vulnerables que otras, y suele afectarle de distinta forma.
            Todos esos estímulos ambientales externos, son los que nos provocan unas reacciones en nuestros sentimientos, que siempre dependerán del carácter positivo y de las descargas emotivas provocadas. Por el contrario, si el influjo ambiental es desagradable, provocará sensaciones negativas, empujando el ánimo hacia la tristeza, la angustia y la depresión.
             Así, el estado de ánimo varía su tono hacia uno u otro signo con independencia de las circunstancias del exterior. Es entonces, cuando hablamos de sentimiento vital, porque impregna nuestra vida, formando parte de él mismo.
             Siempre deberíamos tener en cuenta que el estado de ánimo es una sensación de fondo que persiste en el tiempo. Normalmente, apenas percibimos nuestro estado de ánimo, pero, algunas veces, puede llegar a ser muy intenso e insoportable. Los estados de ánimo no son lo mismo que las emociones, aunque comparten muchos aspectos en común. La mayoría de las veces los estados de ánimo se caracterizan por ser de menor intensidad y mayor duración en el tiempo
             Las personas con “buen” estado de ánimo se sienten más vitales, más activas y mejor dispuestas para las relaciones sociales. Conectan bien con el medio ambiente y le atraen los acontecimientos divertidos, con gran disposición hacia lo alegre y lo jovial.
              En cambio, las personas con ánimo “bajo” presentan la cara opuesta: tienden al aislamiento social y a la desconexión con el ambiente que les rodea. Suelen tener facilidad,  para percibir las desgracias y con frecuencia tienden a exagerarlas. Piensan con lentitud, inclinándose hacia lo negativo.
               El estado de equilibrio entre ambos polos, alegría y tristeza recibe el nombre de eutimia; y las desviaciones hacia uno u otro sentido se le llama distimia. Cuando se rebasan unos determinados límites por ambos extremos caemos en el campo de la enfermedad del ánimo: por un lado, la manía en el plano de lo positivo; y por otro la depresión, en el lado de lo negativo.

 Meditación: No es grande aquel que nunca falla, si no el que nunca se da por vencido.

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