Nuestro estado
de ánimo está sujeto a distintas variables diariamente. ¿Cuántas veces nos
decimos: “hoy es de los días que no estoy para nada, ni para nadie”. Todo
influye en nuestro estado de ánimo. Esta situación puede variar entre dos
extremos opuestos: desde la exaltación, la alegría y el entusiasmo, con una
importante carga positiva de placer, a sus polos contrarios, la tristeza, la
insatisfacción e inhibición; esta vez con carga negativa de sufrimiento. Entre
ambos límites puede albergarse toda una gama de posibles y estados de ánimos
intermedios.
Nuestro estado anímico está influido por
muchas variables con las que estamos en contacto, como las personas que nos
rodean, nuestras obligaciones, nuestra situación laboral, etc. El estado del tiempo es una de
esas variables con la que estamos en constante contacto. Obviamente a todos no
nos afecta por igual, hay gente que es más vulnerables que otras, y suele
afectarle de distinta forma.
Todos esos estímulos ambientales externos, son
los que nos provocan unas reacciones en nuestros sentimientos, que siempre dependerán
del carácter positivo y de las descargas emotivas provocadas. Por el contrario,
si el influjo ambiental es desagradable, provocará sensaciones negativas,
empujando el ánimo hacia la tristeza, la angustia y la depresión.
Así,
el estado de ánimo varía su tono hacia uno u otro signo con independencia de
las circunstancias del exterior. Es entonces, cuando hablamos de sentimiento
vital, porque impregna nuestra vida, formando parte de él mismo.
Siempre
deberíamos tener en cuenta que el estado de ánimo es una sensación de fondo que
persiste en el tiempo. Normalmente, apenas percibimos nuestro estado de ánimo,
pero, algunas veces, puede llegar a ser muy intenso e insoportable. Los estados
de ánimo no son lo mismo que las emociones, aunque comparten muchos aspectos en
común. La mayoría de las veces los estados de ánimo se caracterizan por ser de
menor intensidad y mayor duración en el tiempo
Las personas con
“buen” estado de ánimo se sienten más vitales, más activas y mejor dispuestas
para las relaciones sociales. Conectan bien con el medio ambiente y le atraen
los acontecimientos divertidos, con gran disposición hacia lo alegre y lo
jovial.
En
cambio, las personas con ánimo “bajo” presentan la cara opuesta: tienden al
aislamiento social y a la desconexión con el ambiente que les rodea. Suelen
tener facilidad, para percibir las
desgracias y con frecuencia tienden a exagerarlas. Piensan con lentitud,
inclinándose hacia lo negativo.
El
estado de equilibrio entre ambos polos, alegría y tristeza recibe el nombre de
eutimia; y las desviaciones hacia uno u otro sentido se le llama distimia.
Cuando se rebasan unos determinados límites por ambos extremos caemos en el
campo de la enfermedad del ánimo: por un lado, la manía en el plano de lo
positivo; y por otro la depresión, en el lado de lo negativo.
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