sábado, 5 de abril de 2014

Mentir por costumbre.

          El hecho de mentir requiere cualidades que no todos el mundo posee  Mentir forma parte de esas personas para quienes son un auténtico talento elaborar historias que no solamente son creíbles. La mentira es “casi necesaria” para la vida en sociedad, como lo es en las relaciones más íntimas de pareja. Lo importante es siempre consciente de la anormalidad de la mentira, que es lo que distingue al mentiroso medio del verdadero mentiroso, para quien mentir se convierte en algo natural.
           A este tipo de persona le creen a pies juntilla. Su aplomo y capacidad de respuesta le permite no caer en renuncio y salir siempre a la superficie en cuanto se siente un poco desestabilizado. El mentiroso se forma de pequeño. A través de su infancia se prueba la mentira, aprende a utilizarla. Estos años son determinantes y si no se enseña que mentir conlleva más riesgos que asumir la responsabilidad de la culpa, el individuo se suele quedar con la idea de que mentir sale a cuenta y, de adulto engañará con frecuencia. 
           Cuantas veces el objetivo de mentir, no es engañar a la gente, pero, con el paso del tiempo, van tomando por costumbre salir de situaciones complicadas a base de imaginación y moldeando un poco la auténtica realidad. Hasta tal punto que la frontera entre la verdad y la mentira, no es muy veraz.
           Algunas de las mentiras que decimos son respuestas automáticas. Las tenemos tan integradas que apenas nos damos cuenta. Lo cierto es que la utilizamos a diario, en todo tipo de situaciones. Siendo a veces su intención de escasa trascendencia. El problema surge cuando espoleados por nuestra inseguridad y el miedo a no ser aceptados tal y como somos, optamos por disfrazar la verdad y el respeto a las personas que nos rodean. Esto esconde un problema de identidad. Es muy probable que ante esa situación intentes rechazar algo de ti o del aspecto de tu personalidad de la cual te desagrada, o parte de tu pasado que no acabas de asumir.
           De esta forma observamos que puede ser una idea tentadora, siendo la vía más rápida para ganarnos la admiración y el respeto de las personas que nos rodean. Como decía anteriormente, solemos empezar de pequeño, pero poco a poco, nos vamos “enredando” en el mundo de la mentira. Y en este proceso, nos olvidamos que la mentira suele ser como “pompas de jabón”
             El problema suele estar cuando nos pillan mintiendo “in fraganti”. En ese momento perdemos mucho más que nuestro disfraz, y es cuando reconocemos que es una lección devastadora. Para verificar esta situación, no tenemos más que observar cómo hemos reaccionado y de qué manera nos hemos sentido cuando una persona cercana se da cuenta que le hemos engañado.
             Todo el hechizo desaparece, al igual que la confianza que han depositado en nosotros, destruyendo por completo nuestra credibilidad. Deberíamos no ver la mentira como la única puerta de salida para encontrar una situación fácil. Siempre encontraremos armas a las que recurrir y, sobre todo, obligarnos a decir siempre la verdad en todas las cosas que consideremos de importancias y sobre aquellas personas que nos importa. No vaya a ser que corramos el riesgo de perderlas por el afán de mentir.

 Meditación: Hay que tener buena memoria después de haber mentido.

           

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