El hecho de mentir requiere cualidades
que no todos el mundo posee Mentir forma
parte de esas personas para quienes son un auténtico talento elaborar historias
que no solamente son creíbles. La mentira es “casi necesaria” para la vida en
sociedad, como lo es en las relaciones más íntimas de pareja. Lo importante es
siempre consciente de la anormalidad de la mentira, que es lo que distingue al
mentiroso medio del verdadero mentiroso, para quien mentir se convierte en algo
natural.
A
este tipo de persona le creen a pies juntilla. Su aplomo y capacidad de
respuesta le permite no caer en renuncio y salir siempre a la superficie en
cuanto se siente un poco desestabilizado. El mentiroso se forma de pequeño. A
través de su infancia se prueba la mentira, aprende a utilizarla. Estos años
son determinantes y si no se enseña que mentir conlleva más riesgos que asumir
la responsabilidad de la culpa, el individuo se suele quedar con la idea de que
mentir sale a cuenta y, de adulto engañará con frecuencia.
Cuantas
veces el objetivo de mentir, no es engañar a la gente, pero, con el paso del
tiempo, van tomando por costumbre salir de situaciones complicadas a base de
imaginación y moldeando un poco la auténtica realidad. Hasta tal punto que la
frontera entre la verdad y la mentira, no es muy veraz.
Algunas
de las mentiras que decimos son respuestas automáticas. Las tenemos tan integradas
que apenas nos damos cuenta. Lo cierto es que la utilizamos a diario, en todo
tipo de situaciones. Siendo a veces su intención de escasa trascendencia. El
problema surge cuando espoleados por nuestra inseguridad y el miedo a no ser
aceptados tal y como somos, optamos por disfrazar la verdad y el respeto a las
personas que nos rodean. Esto esconde un problema de identidad. Es muy probable
que ante esa situación intentes rechazar algo de ti o del aspecto de tu
personalidad de la cual te desagrada, o parte de tu pasado que no acabas de
asumir.
De
esta forma observamos que puede ser una idea tentadora, siendo la vía más
rápida para ganarnos la admiración y el respeto de las personas que nos rodean.
Como decía anteriormente, solemos empezar de pequeño, pero poco a poco, nos
vamos “enredando” en el mundo de la mentira. Y en este proceso, nos olvidamos
que la mentira suele ser como “pompas de jabón”
El
problema suele estar cuando nos pillan mintiendo “in fraganti”. En ese momento
perdemos mucho más que nuestro disfraz, y es cuando reconocemos que es una
lección devastadora. Para verificar esta situación, no tenemos más que observar
cómo hemos reaccionado y de qué manera nos hemos sentido cuando una persona
cercana se da cuenta que le hemos engañado.
Todo
el hechizo desaparece, al igual que la confianza que han depositado en
nosotros, destruyendo por completo nuestra credibilidad. Deberíamos no ver la
mentira como la única puerta de salida para encontrar una situación fácil.
Siempre encontraremos armas a las que recurrir y, sobre todo, obligarnos a
decir siempre la verdad en todas las cosas que consideremos de importancias y
sobre aquellas personas que nos importa. No vaya a ser que corramos el riesgo
de perderlas por el afán de mentir.
Meditación:
Hay que tener buena memoria después de haber mentido.
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