Siempre nos gustaron las caricias; y no
digamos de pequeño, cuando éstas actuaban como un remedio para mucho de
nuestros males. Una caricia es un acto de afecto y cariño, y sobre todo una
invitación al diálogo y a la comunicación.
Aparte
de su aparente sencillez, en ellas se manifiestas las relaciones humanas, al
mismo tiempo que se facilita la comprensión de muchas situaciones personales,
así como el modo de resolverlas. Quien acaricia pone de manifiesto sus
emociones, sentimientos y disposiciones positivas, al mismo tiempo, que el que
es acariciado realiza ese mismo proceso
con sus reacciones.
Todos
acariciamos y todos deseamos ser acariciados, sobre todo los niños; éstos
necesitan tanto este contacto que si se les priva pueden tener serios problemas
en su desarrollo. Aunque no siempre acariciamos con finalidad erótica. A veces
es un simple gesto de ternura, otras una forma de demostrar un acto de amistad
o apoyo. Siempre hemos de considerar que a través de las caricias no manifestamos
un intento de posesión sino de acercamiento y comprensión a los demás y a uno
mismo.
A
esta acción de contacto o reconocimiento le llamamos “caricia” la cual se
define como, cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia de
otro, o dicho de otro modo, es cualquier estímulo social dirigido de un ser
vivo a otro y que reconoce la existencia de éste.
Cuando
mimamos a alguien, nos mimamos a nosotros mismos al dejarnos envolver por la
ternura que estamos manifestando. A decir verdad, todos necesitamos una dosis
de cariño, y si no lo recibimos, nos sentimos rechazados y defraudados y de
esta forma nos repercute en todas las facetas de nuestra vida.
Nos
han educado en una cultura donde las normas y tabúes restringen las caricias.
Así nos dicen; “no toques, no te dejes tocar” Estos perjuicios dificultan que
la caricia sea una forma natural de comunicación, llegándola a sentirlas como
una amenaza. Pero, ¿quién da caricias
sinceras? Todo aquel que se sienta amable, que se acepte a sí mismo y a los
demás y lo demuestre a través de la ternura, emoción y nos conecten
afectivamente.
Solemos
empeñarnos en que nos quieran, olvidando que lo mejor para sentirse lleno de
sentimiento, es no recibir ningún tipo de aprecio, sino darlo. Para apreciar
tanto a quien nos aprecia (amistad), como a quien no conocemos (caridad), e
incluso a quien nos niega (perdón), hay que tomar una contundente decisión
“Aceptar que toda persona, por el simple hecho de serlo, se merece todo nuestro
afecto”
Es
de suma importancia el concepto egoísta de obtener algo de alguien a través de
afecto artificial, puesto que cualquiera muestra de aprecio que se comparta,
por simple que sea, confirma una “caricia” valiosa.
Las
personas equilibradas tienen el suficiente coraje, para lanzar palabras llenas
de todo aprecio a pesar de no ser correspondidas.
Meditación:
Las palabras son un rompecabezas que reflejan nuestros pensamientos, solo hay
que ordenarlas para resolver el enigma.
Cada persona tiene su propia contraseña y, mi experiencia es que aunque uno, pueda ser afectuoso, hay que moverse con prudencia mientras se descubre. Entonces, se pone de manifiesto aquello de que se es más feliz dando que recibiendo pues uno siente que recibe mucho más de lo que da. Mucho ánimo. José Luis.
ResponderEliminar