sábado, 19 de abril de 2014

Caricias y palabras.

             Siempre nos gustaron las caricias; y no digamos de pequeño, cuando éstas actuaban como un remedio para mucho de nuestros males. Una caricia es un acto de afecto y cariño, y sobre todo una invitación al diálogo y a la comunicación.
             Aparte de su aparente sencillez, en ellas se manifiestas las relaciones humanas, al mismo tiempo que se facilita la comprensión de muchas situaciones personales, así como el modo de resolverlas. Quien acaricia pone de manifiesto sus emociones, sentimientos y disposiciones positivas, al mismo tiempo, que el que es acariciado  realiza ese mismo proceso con sus reacciones.
             Todos acariciamos y todos deseamos ser acariciados, sobre todo los niños; éstos necesitan tanto este contacto que si se les priva pueden tener serios problemas en su desarrollo. Aunque no siempre acariciamos con finalidad erótica. A veces es un simple gesto de ternura, otras una forma de demostrar un acto de amistad o apoyo. Siempre hemos de considerar que a través de las caricias no manifestamos un intento de posesión sino de acercamiento y comprensión a los demás y a uno mismo.
             A esta acción de contacto o reconocimiento le llamamos “caricia” la cual se define como, cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia de otro, o dicho de otro modo, es cualquier estímulo social dirigido de un ser vivo a otro y que reconoce la existencia de éste.
             Cuando mimamos a alguien, nos mimamos a nosotros mismos al dejarnos envolver por la ternura que estamos manifestando. A decir verdad, todos necesitamos una dosis de cariño, y si no lo recibimos, nos sentimos rechazados y defraudados y de esta forma nos repercute en todas las facetas de nuestra vida.
              Nos han educado en una cultura donde las normas y tabúes restringen las caricias. Así nos dicen; “no toques, no te dejes tocar” Estos perjuicios dificultan que la caricia sea una forma natural de comunicación, llegándola a sentirlas como una amenaza.  Pero, ¿quién da caricias sinceras? Todo aquel que se sienta amable, que se acepte a sí mismo y a los demás y lo demuestre a través de la ternura, emoción y nos conecten afectivamente.
              Solemos empeñarnos en que nos quieran, olvidando que lo mejor para sentirse lleno de sentimiento, es no recibir ningún tipo de aprecio, sino darlo. Para apreciar tanto a quien nos aprecia (amistad), como a quien no conocemos (caridad), e incluso a quien nos niega (perdón), hay que tomar una contundente decisión “Aceptar que toda persona, por el simple hecho de serlo, se merece todo nuestro afecto”
              Es de suma importancia el concepto egoísta de obtener algo de alguien a través de afecto artificial, puesto que cualquiera muestra de aprecio que se comparta, por simple que sea, confirma una “caricia” valiosa.
              Las personas equilibradas tienen el suficiente coraje, para lanzar palabras llenas de todo aprecio a pesar de no ser correspondidas.

 
Meditación: Las palabras son un rompecabezas que reflejan nuestros pensamientos, solo hay que ordenarlas para resolver el enigma.

1 comentario:

  1. Cada persona tiene su propia contraseña y, mi experiencia es que aunque uno, pueda ser afectuoso, hay que moverse con prudencia mientras se descubre. Entonces, se pone de manifiesto aquello de que se es más feliz dando que recibiendo pues uno siente que recibe mucho más de lo que da. Mucho ánimo. José Luis.

    ResponderEliminar