miércoles, 9 de abril de 2014

Las virtudes no nacen.

            Todo lo que nos ocurre en nuestra vida tiene un objetivo y un significado especial, como puede ser el amor, la sensibilidad, la tranquilidad de espíritu, etc., etc. Decía un filósofo griego: “Las virtudes no nacen en nosotros de forma natural, sino que la naturaleza nos ha concedido la capacidad de recibirlas, y esa capacidad llega a madurar gracias a la costumbre”. Por eso, desear de forma ignorante alcanzar ese objeto del deseo, sólo contribuye al desorden y al sufrimiento en uno mismo y en los demás.
            La cuestión más importante en torno a este concepto, radica en el afán de superación. Podríamos decirlo de una manera sencilla: todo consiste en superar a otros o superarse a uno mismo, dependiendo de dónde situemos el control de nuestras acciones y esfuerzos. No comparemos nunca una acción a quienes nos comparan, ni lo hagamos nada con relación al rango a la persona que lo haga. Es un error creer atribuir el concepto de virtud al querer hacer lo que otros hacen. Son nuestros propios resultados o nuestros propios esfuerzos los que debemos superar. Es una sencilla observación sobre todo de nuestra evolución, haciendo florecer nuestras aptitudes en nuestro carácter, llegando a producir un inmenso gozo al comprobar como resultado la experiencia de una evolución
            Siempre debemos tener en cuenta a uno mismo como referencia para progresar; esa es la clave de la superación. La voluntad de creer está condicionada por los logros obtenidos, a través de las virtudes ajenas. Siempre supeditada al  control de nuestra vida y comparándolo con ese algo exterior que nos conduce a sentirnos seguros.
            Hay quienes se consideran perfectos, pero es solo porque se exigen menos de sí mismo. Se suele decir: “que nadie es perfecto, que todos tenemos defectos o aspectos que debemos mejorar de nuestra personalidad para lograr una mejor calidad de vida y cercanía con los demás. Así que es necesario revisar nuestro comportamiento e identificar cuáles son nuestros principales defectos, para empezar a mejorar cada uno de ellos poco a poco.
             Nuestras virtudes son perfecciones habituales y estables del entendimiento y de la voluntad, que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta en conformidad con la razón, adquiridas y fortalecidas por medio de actos premeditados, buenos y reiterados.
             Repasemos nuestra vida y dejemos que nuestros propios triunfos del pasado se conviertan en las fuentes de energía y en los puntos de apoyos que necesitamos en estos momentos para sacar rendimientos a esa latente capacidad que todavía nos queda por experimentar. Juzguémonos siempre, no por lo que somos sino por lo que podríamos haber llegado a ser.

 
Meditación; La virtud nos consiste en hacer grandes cosas, sino en hacer bien las pequeñas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario