Debemos reconocer que Internet posee
cualidades específicas que contribuyen a potenciar su adicción, entre ellas las
relacionadas con la velocidad, accesibilidad e intensidad de información, junto
con la amplia oferta de servicios disponibles.
Tenemos
que reducir el tiempo que dedicamos a las pantallas ¡y vivir! A esto se añade
otra característica fundamental, que es “el anonimato” sin olvidar que la
disponibilidad es otro factor de riesgo, sobre todo en grupos de jóvenes. Otras
de las consecuencias de estos abusos son la media de tiempo que los jóvenes
pasan delante de la pantalla (televisión, ordenadores, tabletas, móviles,
etc.), y casi siempre es un consumo de tiempo innecesario, plasmado casi
siempre en consumo de sexo, violencia, etc., en resumen, de valores
existenciales problemáticos.
Si
consideramos el tiempo diario dedicado a las principales “nuevas tecnologías”
al menos en España, y en el sector de jóvenes y adolescentes, es muy probable
que superen las seis horas diarias, es decir, la cuarta parte de su tiempo.
No
hay que olvidar que nos han sido impuesta, no propuestas, por medio de
estrategias de márketing, que nos han puesto en una relación de deseo; “Yo
también lo necesito” y de sumisión, “No puedo vivir sin él” Las pantallas han
invadido la totalidad de nuestras vidas y mantenemos con ellas una relación
adictiva: consultamos el e-mail constantemente, no salimos nunca sin el móvil,
estamos perdidos sin el GPS.
En
cuestión nos dirigen y nos dominan. Una simple pregunta puede poner de manifiesto
nuestras prioridades. Si tú móvil vibra mientras estás con alguien, ¿a quién priorizas:
al humano que tienes frente a ti o al que está detrás de la máquina?
Por
otro lado, la adolescencia constituye una etapa del ciclo vital en la que predominan
los cambios, la confusión; en una palabra, dónde se consolidan la identidad
personal. En esta etapa es frecuente encontrar consumo de tabaco, alcohol u
otras sustancias, que en ocasiones pueden representar una forma de atenuar la
ansiedad.
Nos
hace falta retroceder, las tecnologías son una forma de progreso. Pero hoy
sabemos que el progreso tiene también una parte de sombra.
Si.
Estamos convencidos de que todo ello contribuye a la agudeza de una nueva
mirada al mundo. Pero sin llegar tan lejos, es urgente establecer las reglas
del buen uso de las nuevas tecnologías.
Reducir
el tiempo que dedicamos a las pantallas ¡y vivir! Multipliquemos los instantes
de no-acción, de no-pantalla; reencontremos el gusto por la calma, la lentitud
y la reflexión. Cuando nos resistamos a esa tentación y meditemos pausadamente,
es entonces cuando estamos realmente en lo esencial y encontraremos el vínculo
con nosotros mismos.
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