Si, el título reconozco que es un poco
complejo, puesto que no refiero a que, como parece decir nos torcemos, (aunque
algo sí), es sencillamente que cedemos ante la edad que nos precede. Hasta nos acomplejamos. El “viejo” ha sido en el mundo rural una verdadera institución.
Encarnaba ese conocimiento acumulado durante generaciones que se tardaba toda una
vida en transmitir y resultaba crucial para vivir en sintonía con la naturaleza
y es entonces cuando se llegaba a comprender muchas situaciones.
No
es tan sencillo entender a una persona “entrada en años”, puesto que existen
diversas maneras de ver y comprenderla. Por lo tanto es muy importante revisar
los tipos de edades que pueden existir en el ser humano. Vivimos en una
sociedad en la que los valores tradicionales, se están cambiando sobre todo por
dos cuestiones en alza, la juventud y la belleza. Todas la personas “sentimos
la necesidad” de ser importantes y valoradas por las que nos rodean.
Esto
aunque parezca raro, puede suceder. Verán; todo puede empezar que un
determinado día vayas por la calle y de repente una de las personas joven que
por “allí” transitan, pueda preguntarte; “Señora; ¿me puede decir la hora que
tiene usted?” A partir de ese momento tu interior sufre una crisis de
identidad, al pensar, que no habías asumido que irremediablemente te estabas
haciendo mayor, y con toda normalidad así lo veían los demás. Con esta simple
cuestión, se te abren los ojos, y empiezas a pensar: si me ha dicho señora, es
que me identifica como una persona muy mayor. Pues nada de eso es cierto; sólo
y exclusivamente es una forma de respeto a la madurez.
Debo
reconocer que la vejez, no está de moda, no suele salir en las novelas, en las
películas, tampoco están en los anuncios ni en las revistas… vivimos en una
sociedad capitalista que se alimenta en buena medida del deseo de los
consumidores de permanecer eternamente jóvenes; gimnasios, cremas,
liposucciones, intervenciones quirúrgicas, modas, maquillajes, “mechas”, tintes…
son sólo unos cuantos ejemplos de un largo etcétera.
Hace
muy poco tiempo tuve la ocasión de ver un vídeo de una señora, la cual hoy ya
ha sobrepasado la edad de 60 años. Quedé profundamente sorprendido al hacer
unas simples comparaciones. Debo decir que esa señora en el vídeo del cual os
hablo, tenía entonces 25 años. ¡Cuál fue mi sorpresa al comprobar que nada
había cambiado a pesar de haber transcurrido más de 30 años. Su peinado y forma
de llevar el pelo, igual que hoy. Sus complementos, exactamente igual. Su forma
de vestir (informal), también igual que hoy. Son esas personas que se le
pregunta: ¿tú te podrías “esto”? Por ejemplo un traje largo de fiesta, y nos
responden “Yo jamás me pondría eso”
Se
que muchos me preguntarán ¿y su rostro? Pues debo decirles que aquella chica de
25 años, era realmente bonita y hoy actualmente sigue siéndolo. Y digo
“bonita”, porque siempre la califiqué así. Si algún día escribo algo sobre “el
rostro de la mujer”, puede que os
explique (siempre a mi forma de entender) la diferencia que existe al calificar
a una mujer entre: guapa, bella, atractiva, bonita, graciosa, resultona, etc. Son
definiciones completamente distintas, aunque sé que muchos de Uds. me dirán:
todo depende “con los ojos que se las mire”
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