La evolución humana no ha creado a
hombres y mujeres para que cada dos segundos cambien de pareja, como
actualmente sucede. La supervivencia de la especie se basaba hace miles de años
es procrear y mantener la familia unida. Pero la fatiga, la rutina, el peso de
los años o de los conflictos, hace que ya nadie pueda ignorar que algunas de
estas causas están dando el origen a la disminución del mantenimiento conyugal.
Sin embargo frente al deseo que se ausenta, hay ciertas preguntas que nos
inquietan. ¿Es ese el principio del fin? ¿Cómo volver a tener ganas? etc.
Ante
esta situación, no debemos dramatizar. El deseo no siempre sigue una línea
descendente, sino que va y viene con mayor o menor intensidad, según nuestros
momentos vitales. Siempre hemos de considerar lo que el amor y la pasión conllevan.
El amor nace del sentimiento por otro ser humano y querer pasar el tiempo con
esa persona, cuando más mejor, para al mismo tiempo sentirnos apoyados y
queridos.
Sin
embargo en épocas difíciles, es posible que ese deseo aumente o disminuya, como
forma de relajarnos a modo de mayor conexión con nuestra pareja, siendo esto
una recarga de vitalidad para luego afrontar los problemas.
Reconozcamos
que a veces ese deseo, no es un sentimiento, como el amor; éste es más una
aspiración o simplemente una tendencia. El amor y el deseo no siempre buscan lo
mismo, ya que el deseo procura la satisfacción, mientras que el amor privilegia
la unión, el vínculo con el otro, considerado como “persona total”
El
deseo en cambio, tiene marcada preferencia por objetos parciales; una parte del
cuerpo que es sobreestimada, una mirada, un roce, etc. En este caso, vale más
por lo que guarda que por lo que muestra.
Los
conflictos surgen cuando vemos el sexo más como una prueba a superar con unas
altas expectativas, que como un momento de placer compartido. Siempre en estos
casos la comunicación es fundamental, cuando notemos algún malestar en nuestra
actividad sexual, en estos casos siempre es recomendable comentarlos sin tabúes
ni miedos. Como en casi todos los conflictos, la falta de deseo suele ser cosa
de dos. Culpar al otro o a las circunstancias sin preguntarnos qué podemos
hacer para que las cosas cambien es una manera de prologar la situación, puesto
que todo debe girar en la comprensión mutua.
Por
tanto no se trata tan sólo de ser especialmente cariñoso con el otro, sino,
sobre todo, de que exista un entendimiento profundo entre los dos. Trabajar la
comprensión mutua, por una relación de cooperación estable, es fundamental para
que la relación no decaiga.
Sin
embargo, cuando hablamos de pasión no nos referimos a un deseo o un amor muy
intenso; eso es otra cosa, pues la pasión convierte al objeto del deseo en una
necesidad y al amor en una locura pasional.
La
descarga total de esa tensión supone la abolición de todo límite, de toda
medida y la absoluta disolución del sujeto, convirtiéndose en una vorágine que
arrasa con todos los obstáculos morales y sociales.
Meditación:
Es importante tener pasión, pero no volver a cometer el mismo error…
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