miércoles, 19 de febrero de 2014

La pasión es cosa de dos.

           La evolución humana no ha creado a hombres y mujeres para que cada dos segundos cambien de pareja, como actualmente sucede. La supervivencia de la especie se basaba hace miles de años es procrear y mantener la familia unida. Pero la fatiga, la rutina, el peso de los años o de los conflictos, hace que ya nadie pueda ignorar que algunas de estas causas están dando el origen a la disminución del mantenimiento conyugal. Sin embargo frente al deseo que se ausenta, hay ciertas preguntas que nos inquietan. ¿Es ese el principio del fin? ¿Cómo volver a tener ganas? etc.
             Ante esta situación, no debemos dramatizar. El deseo no siempre sigue una línea descendente, sino que va y viene con mayor o menor intensidad, según nuestros momentos vitales. Siempre hemos de considerar lo que el amor y la pasión conllevan. El amor nace del sentimiento por otro ser humano y querer pasar el tiempo con esa persona, cuando más mejor, para al mismo tiempo sentirnos apoyados y queridos.
            Sin embargo en épocas difíciles, es posible que ese deseo aumente o disminuya, como forma de relajarnos a modo de mayor conexión con nuestra pareja, siendo esto una recarga de vitalidad para luego afrontar los problemas.
            Reconozcamos que a veces ese deseo, no es un sentimiento, como el amor; éste es más una aspiración o simplemente una tendencia. El amor y el deseo no siempre buscan lo mismo, ya que el deseo procura la satisfacción, mientras que el amor privilegia la unión, el vínculo con el otro, considerado como “persona total”
            El deseo en cambio, tiene marcada preferencia por objetos parciales; una parte del cuerpo que es sobreestimada, una mirada, un roce, etc. En este caso, vale más por lo que guarda que por lo que muestra.
            Los conflictos surgen cuando vemos el sexo más como una prueba a superar con unas altas expectativas, que como un momento de placer compartido. Siempre en estos casos la comunicación es fundamental, cuando notemos algún malestar en nuestra actividad sexual, en estos casos siempre es recomendable comentarlos sin tabúes ni miedos. Como en casi todos los conflictos, la falta de deseo suele ser cosa de dos. Culpar al otro o a las circunstancias sin preguntarnos qué podemos hacer para que las cosas cambien es una manera de prologar la situación, puesto que todo debe girar en la comprensión mutua.
            Por tanto no se trata tan sólo de ser especialmente cariñoso con el otro, sino, sobre todo, de que exista un entendimiento profundo entre los dos. Trabajar la comprensión mutua, por una relación de cooperación estable, es fundamental para que la relación no decaiga.
            Sin embargo, cuando hablamos de pasión no nos referimos a un deseo o un amor muy intenso; eso es otra cosa, pues la pasión convierte al objeto del deseo en una necesidad y al amor en una locura pasional.
            La descarga total de esa tensión supone la abolición de todo límite, de toda medida y la absoluta disolución del sujeto, convirtiéndose en una vorágine que arrasa con todos los obstáculos morales y sociales.

              Meditación: Es importante tener pasión, pero no volver a cometer el mismo error…

 

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