A veces es difícil hablar de algún tema determinado, debido a su complejidad. En este caso me refiero a un tema tan personal y humano, que al mismo tiempo nos atañe a todos. Por qué: ¿quién no se ha sentido decepcionado? La decepción forma parte de la vida y por ello debemos ser conscientes de ello, puesto que al mismo tiempo nos ayudará a aceptar la realidad y a mantener las ilusiones.
Del mismo modo, es un movimiento de sorpresa y tristeza que nos golpea cuando no obtenemos aquello que esperábamos y que, a menudo, habíamos confiado con anhelo a lo que debería haber sucedido. La decepción nos sobreviene cuando previamente hemos esperado ser correspondido por una actitud positiva. Es como una caída, un retorno doloroso a una realidad muy alejada de nuestras expectativas. Por eso existen personas que nunca nos decepcionarán, puesto que no debemos esperar nada de ellos. Así para evitar la decepción, tenemos que estar preparados para no esperar ningún agradecimiento.
Si es cierto, que no podemos vivir sin expectativas ni esperanza, y esto es así porque éstas nos hacen tan felices como la consecución de nuestros objetivos y, a veces, incluso más.
Nos pasamos la vida esperando muchos momentos, con lo cual no es difícil que nos llevemos desilusiones y decepciones. Por eso lo más importante es tener siempre expectativas realistas y no esperar a que todo se resuelva por sí solo. No debemos esperar nunca que tu pareja, como tu amigo, cambie de ser de la noche a la mañana, puesto que eso no tiene ninguna lógica. Si solamente esperamos sin hacer nada, posiblemente nos llevemos una gran decepción en la vida y si tenemos un problema y esperamos que la situación mejore sin mover un dedo, pasará lo mismo.
Así, la decepción nos conduce a reflexiones sobre la aceptación; ese elixir para vivir lo real, y no una sucesión de ilusiones y desilusiones. Por eso, aceptarla no es resignarse ni someterse, no es renunciar a esperar o actuar. Es tomar nota de lo que ya está ahí: acoger el mundo tal como es, en vez de cómo debería ser.
La decepción sencillamente es aceptar y reconocer que no esperábamos nada distinto. Diciendo para uno mismo; “bueno las cosas son así”, y dejar de lamentarnos, aunque para nuestro interior nos digamos: ¿Y por qué las cosas no son de otra manera?
Para volvernos hacia la realidad y ver qué es lo que podemos hacer. La decepción desemboca así y, debemos resignarnos. Tampoco la solución está en; (“Ya nunca intentaré nada”) ni en la desvalorización; (“Soy un inútil”), sino en la aceptación de reconocer, que mientras esté vivo, siempre intentaré mis propósitos. En definitiva la vida, está hecha así, y así debemos concebirla: la decepción tiene su lugar en nuestra vida. Quizás exista para ayudarnos a apreciar mejor todo aquello que no lo es.
Meditación: En ocasiones cuanta más el carácter de la persona que sus conocimientos.
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