La austeridad es una de las características que una persona puede desarrollar como parte de su carácter o de su manera de afrontar la vida. En este sentido, la austeridad puede ser definida como un modo de enfrentar las situaciones de manera natural, sin extravagancias, lujos o exageraciones. Muchas veces, la austeridad tiene que ver con la decisión de no exagerar tantos gastos a partir de bajar el consumo. De ese modo, uno no es austero solamente por no gastar dinero sino por no generar demasiado desgaste al consumir menos elementos y productos. Aquí podemos decir que se lleva adelante un estilo de vida austero que no necesita demasiadas cosas y que puede significar comodidad o satisfacción aún sin contar con lujos y exageraciones.
Podemos decir que la austeridad, nos acerca más al ideal del bien, frente al predominio del mal y de la amoralidad. Ante esto contemplamos que la austeridad es la virtud fundamental para construir una mejor civilización, más cercana a lo que el ser necesita, considerando lo que tiene y vale interiormente, pero no lo que posee.
La austeridad bien entendida, nos recuerda que podemos progresar continuamente, pero hacia “dentro” Más que un fin, es un camino que halla sus recompensas en los goces y lujos más cotidianos y sencillo, alejándonos de las abundancia material y de los deseos sin fin que caractericen a nuestra sociedad.
Un ejemplo muy significativo y claro el cual denota la falta de austeridad se suele dar en las familias. Desde que nuestros hijos nacen nos esforzamos en mimarlos en exceso, partiendo del principio de que ha de tener todo lo que nosotros no pudimos alcanzar. Continuamente nos volcamos en facilitarles todo cuanto se les antoja.
De esa forma, consiguen ropas de marca, juegos electrónicos, todo lo concerniente a tecnología digital, motos, etc. Hemos acostumbrado a nuestros hijos a vivir sin carecer de nada y a conseguir todo sin esfuerzo. Todo esto ha llegado a formar una sociedad insolidaria por la falta de virtudes y valores individuales.
Si analizamos esta perspectiva, podríamos comprender que el secreto de ese equilibrio está entre la austeridad y la renuncia sistemática que nos impide gozar de los infinitos placeres de la vida; la ambición desmedida que nos vuelve insaciables, nos priva igualmente de la capacidad del disfrute.
La austeridad bien entendida no tiene nada que ver con la tacañería y la cicatería. Y sí mucho que ver con la generosidad y el desprendimiento aunque parezca mentira. La austeridad siempre está rodeada de cierta elegancia que le hace atractiva.
En definitiva, la vida puede dejar de ser una carrera hacia alguna meta y convertirse en un oasis en el que tratemos de gozar de cada momento y situación. La propia austeridad no es un logro que se alcanza y nos permite vivir en consecuencia; en realidad, es más bien una práctica continua, con cada decisión en cada momento, como un camino que se hace paso a paso y que en sí mismo tiene su recompensa.
Meditación: La austeridad no es recortar en educación, ciencia y medicina… la austeridad es recortar en corrupción, comisiones y políticos.
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