martes, 9 de abril de 2013

La fecha de tu muerte.

           La pregunta es realmente un tanto jocosa, impertinente y tendenciosa. Pero a lo largo de nuestra vida es posible que alguien nos haya preguntado, o quizás nosotros mismos no la hayamos plateado. “Me guastaría saber ahora mismo la fecha exacta de mi muerte” Es un supuesto inverosímil, claro está, Pero si lo pensamos bien, que de cosas cambiarían, ¿verdad? Es más, de esa forma podríamos celebrar todos los años, de antemano, el anticipo del aniversario de nuestra muerte.
            Es posible que sea usted una persona más bien pesimista. Así que el conocimiento por anticipado de la fecha de su muerte, podría representar una continua angustia. Reconozco que es una pregunta de “mal gusto”, pero debemos ser sinceros y reconocer que en alguna ocasión se nos ha venido a nuestra mente.
            Es una de las aplicaciones más personales del principio de la imposibilidad que significa conocer el futuro, desde las sibilas, oráculos, horóscopos, etc. Pero el caso que nos ocupa, no se podrá resolver nunca. ¡Menos mal! En contra de lo que podían pensar los  ilustrados del siglo XVIII, hay cosas que es mejor no saberlas. Una de ellas es la pregunta que nos atañe.
            Es curioso, pero esto nos pasa tanto a los hombres como a las mujeres de hoy: no sabemos sobre nuestro devenir, y sin embargo somos más reacios a reconocer y mirar de frente la única certeza que tenemos desde el día en que nacemos, que todos y cada uno de nosotros nos vamos a morir.
            Si, cuántas veces nos hemos pronunciado esto: “Ojalá hubiese tenido el coraje de vivir la vida que yo quería y no la que los demás esperaban de mí” Este es el remordimiento más frecuente que no planteamos. ¡Cuánto somos conscientes de que nuestra vida se está terminando, (o que irremediablemente nuestros años avanzan), mirando hacia atrás y viendo todos los sueños que no hemos realizado! Muchos no se atrevieron a realizarlos, y mueren sabiendo que es posible que ellos fueran los responsables de aquello que no se decidieron hacer.
            “Ojalá hubiese mantenido un contacto más sano con mis amigos” Muchas personas no se dan cuenta de la importancia de las amistades, hasta que la muerte se acerca. Es cuando se nos aparecen ante nuestra mente. Nos absorbemos tanto a nuestras rutinas diarias que dejamos marchitar las amistades y olvidamos ofrecer a nuestros amigos el tiempo y el esfuerzo que hubieran merecido.
            A pesar que desde pequeño, nuestra sociedad nos ha inculcado que la muerte es algo que hay que tapar y apartar de nuestro pensamiento, como si solo les sucediera a los “otros” y  nosotros no tendremos que pasar por ello. La verdad es otra muy distinta.
            Y yo me pregunto; ¿por qué huimos? Tal vez sea por el gran desconocimiento que tenemos de ella, a lo que, sin duda, hemos de añadir ese halo de miedo y misterio que nos envuelve.
            La muerte es la experiencia culminante de vivir a la que tarde o temprano todos tenemos que enfrentarnos y para la que tenemos que estar preparados. Si no lo haces tú, ¿quién lo hará por ti?  Y si no es ahora… ¿cuándo?

Meditación: Cada año pasamos indiferentes por el día de nuestra muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario