martes, 16 de abril de 2013

Echarles de meno.

            A veces confundimos querer a alguien con echarle de menos, si bien es cierto que cuando se le aprecia no es infrecuente sentir su ausencia. También merecería pensar que esta sensación de añorar podría ser, en definitiva, la experiencia de una falta muy importante para nosotros.
            Es cierto que se ahonda cuando no están cerca aquellos a quienes más apreciamos y valoramos. Pero también lo es que, en ocasiones, nos confundimos al no reconocer que, tal vez nos echamos de menos a nosotros mismos. Aunque no debemos que se entienda como una desconsideración para quienes estimamos.
            En realidad lo que suele suceder, es que si no está aquel o aquella a quien apreciamos es como sí, en rigor, no pudiéramos encontrarnos ni a solas.
            Y no sólo por el mero hecho de querer ya nos acompaña, sino porque también no estar a su lado es tanto como, en cierto modo ni estar, ni ser.
            Realmente es absolutamente maravilloso ser apreciado. Pero, aúnen ese caso, y comprenderán que en cierta medida depende “de cómo”. Y claro está, también por quién. Es cierto que cuando hay coincidencia, y aunque insistamos en que es mejor "amar que ser amado", no deja de ser verdad que ser querido es tan extraordinario como indescriptible.
            En definitivas solemos decir;  me gusta que se acuerden de mí, que me echen en falta, pero no deseo sentir la perversa satisfacción de que alguien encuentre en ello alguna incomodidad, y no digamos dolor. Solo me alivia pensar que, tal vez, en medio de esa molestia afectiva, encuentre esa sensación vivamente de falta.
            ¿Quién no echa de menos a alguien? ¿Quién no ha deseado volver a vivir esos bellos recuerdos? Esas dudas, no nos dejan decir lo que sentimos engendrando una inseguridad que aflora a nuestros sentimientos, sintiéndonos culpables de todo, de reproches, de desilusiones, de que nuestra mente no nos deje revivir una situación con distintos finales. ¿Por qué las cosas las hacemos tan difíciles? ¿Por qué no podemos expresar libremente lo que sentimos? ¿Temor al rechazo…? Es entonces cuando, se aprende a hablar callando. Muchos se preguntarán: ¿y eso, cómo es posible? La respuesta más sencilla es; “saber utilizar los silencios” 
            A esto, nuestra inseguridad se adueña de nosotros y no nos deja pasar ese momento, que con el tiempo se convierte en simples recuerdos. Eso implica el temor a una decisión. Nuestras vidas siguen, con nuestros problemas, nuestras experiencias y emociones… y los lamentos desaparecen quedando en nuestro interior el saber que lo vivido fue siempre lo correcto, aunque los silencios estén presentes diariamente.
            E insisto, si esto ocurre con quien a su vez nosotros mismos  apreciamos, valoramos y queremos, puede incluso suceder que resulte placentero echar de menos a alguien. Echarse mutuamente de menos también puede convertirse en una forma derivada de encuentro.

Meditación: Lo menos que podemos hacer, en servicio de algo, es comprenderlo.

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