lunes, 8 de agosto de 2016

Tristeza o compasión.

            Aunque parezca el título de una película, es más serio de lo que parece. Sólo deciros que son dos sentimientos muy distintos. Nos dicen los textos que la compasión es la necesidad de querer aliviar el dolor de los demás. ¿Quién no se ha compadecido alguna vez de cualquier situación que la vida nos presenta? Sin duda es así. Muchos dirán. –No me suelo compadecer de nadie. Verás. La compasión es una facultad que podemos adquirir si carecemos de ella, o mejorarla si ya la tenemos. La meditación puede aumentar nuestros sentimientos de compasión ante los demás.
             A veces decir “si” o “gracias” por compasión no es un problema. El que se compadece se crece. Adquiere un puesto de superioridad frente al otro. No es necesario medir situaciones ni tiempo, puesto que el que así se manifiesta, entrega con esa acción los más  profundos de sus sentimientos.
            No pensemos que un acto compasivo nos lleva irremediablemente a consecuencias negativas. Mostrarse compasivo entra en la clasificación de excelencia. No es un papel de superioridad ante los demás, sino un acto que nos hace reconocer los sentimientos de los demás. Muchos acreditan que sentir compasión es tener lástima hacia los demás. Nada más erróneo. Sería poco edificante el creer que el sentimiento de compasión lo podemos confundir con lástima, dirigido hacia nuestros semejantes. El sufrimiento personal es parte de la vida cotidiana y a todos nos toca una porción. Frente a esta conjetura comprendamos que nos queda poco lugar para la lástima.
            La tristeza sin embargo va muy unida a la melancolía y por regla general no significa sentir lástima ni compasión hacia nuestros semejantes. Observemos por un instante y con atención el efecto que produce que una determinada persona nos mire con pena. ¡Lo mal que nos podemos sentir! No lo podemos remediar, ya de por sí, nos embarga un estado de tristeza que se hace notar. Sería poco edificante que ese sentimiento de tristeza lo confundamos con un estado de compasión. Pensemos siempre que la tristeza es parte de la vida misma y a todos nos toca sentirla. 
            ¿Por qué no pensar que cada persona está sometida a continuos desafíos y tremendos cambios que nos hacen provocar sentimientos de tristeza? Estos sentimientos de tristeza, cuantas veces no lo podemos explicar, surgen de la nada, y sin ninguna explicación ni acontecimiento que nos suceda. Sí, suelen desaparecer en poco tiempo, pero a veces permanecen dentro nosotros durante largo tiempo, son situaciones que nos conducen a un triste recuerdo que nos es imposible retirar de nuestro subconsciente. Eso hace que mantengamos continuas emociones, las cuales dan origen a momentos de continuos sentimientos de tristeza.
             Cuando aparece en nuestro estado ese sentimiento de tristeza, reflexionemos sobre aquello que hemos perdido y dándole “vueltas” mentalmente, percibamos lo afortunados que podríamos haber sido ante aquella sensible pérdida. Pero a pesar de no poderlo remediar nos quedamos en esa fase, en que todos son lamentos, llegando a un tremendo estado de total impotencia. Entendamos que ante esta forma de ser, tenemos que ser capaces de enfrentarnos a nuestros próximos retos, con la firme condición de olvidar, haciendo que seamos capaces de sobreponernos a fin de formular todo nuestro potencial que llevamos dentro.

 Meditación: La tristeza es la única emoción, que te muestra lo que realmente te importa.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario