Es cierto que
tenemos la costumbre de estar constantemente interviniendo en casi todas las
reuniones en la cuales nos encontramos, ya sea validando o invalidando todas
las apelaciones que se presenten. Lamentablemente,
no somos tan buenos oyentes como podríamos serlo, pues pocas veces valoramos
con justicia la importancia de saber escuchar, y no solemos estar entrenados en
esa habilidad. O cuando intervenimos sin escuchar toda la alocución, como: ¡Qué
absurdo! ¡No saben de lo que están hablando! Son situaciones muy corrientes en
nuestro vivir diario.
Para algunos, la
cualidad de “saber escuchar” no es nada fácil puesto que encontrar y desarrollar esa habilidad, va
unida a la de “buen comunicador” aunque
proporciona más autoridad e influencia que esta última; eso dicen los
especialistas. Si usted es buen comunicador, pero no sabe escuchar, corre el
riesgo de expresar en forma elocuente cosas que no les interesan a tu
interlocutor. Además, va a privarse de recibir informaciones y conocimientos
que por otra vía no recibiría.
El hecho de
querer que sólo presten atención a tu locución, son formas de invalidación que
expresan un cierto nivel de intolerancia y rechazo. Por eso interrumpir a los
demás es uno de los comportamientos de comunicación más comunes que hoy se nos
presentan. La gran mayoría de las gente suele tener poco conciencia de cuán
frecuente y groseramente es la acción de interrumpir a los demás cuando están
discerniendo sobre algún tema de relativa importancia, convencidos de que
tienen que decir algo añadido, con la intención (a veces) de corregir al interlocutor.
Saber escuchar a
los demás es fundamental, es uno de los primeros pasos hacia el conocimiento
mutuo. Y aunque todos queremos explicar cosas, es maravilloso encontrarse con
alguien que sabe escuchar, porque sin saber cómo, queremos estar con él, el
mayor tiempo posible. Sin embargo, no saber escuchar o hacerlo a medias afecta a
nuestras relaciones humanas. En estos casos supone peor que estar en silencio
mientras que el otro habla. Después de todo, si no escuchamos a los demás, nos
preguntaríamos ¿por qué deberían hacerlo ellos? Y al contrario, cuando estamos
en desacuerdo, interrumpimos el flujo de la experiencia de los demás, tratando
de intervenir constantemente.
Reconozcamos que
una de las necesidades más importante del ser humano respecto a nuestra necesidad
de comunicación, es saber escuchar. Esto no sólo es oír a otra persona, es
mucho más. Por un lado se necesita que haya una empatía entre el emisor y
receptor, un conocimiento previo de ambos, o que el tema de la conversación sea
de interés para ambos. En caso contrario, es mucho más complicado que se quiera
escuchar lo que se dice. Una vez que se establece esa relación entre ellos, lo
que se expresa es de suma importancia oírlo.
Así es cómo decimos
que uno puede escuchar a través del sentimiento. Hay todavía algo más profundo
que el sentimiento y es esa profundidad llamada “la escucha total con todo tu
ser”. El sentimiento es otra parte; la
fuente de acción. Hay muchos componentes en tu existencia y en tu ser. Así que
puedes escuchar con el sentimiento mejor que con el intelecto, pero aún sigue
siendo sólo con una parte. Cuando escuchas con tus sentimientos y el intelecto
piensa al mismo tiempo, ten por cierto, que lo que percibes, es la mente del
que te está hablando.
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