Si alguna vez
fuimos el eje de atención; es de sumo interés preguntarnos; ¿Por qué ahora nos
rechazan? ¿Qué hicimos? ¿Qué falta cometimos? ¿Qué ha cambiado en mí? Son
tantas las preguntas que se nos acumulan, que es imposible encontrar una
respuesta adecuada, pero sobretodo, justa. O quizás fue una “actitud” tan grave
que no merece perdón. Alguien puede no darle importancia, pero existen personas
que permanentemente persisten en ellas un sentimiento de culpa que jamás pueden
librarse.
A veces el
rechazo no es culpa de uno, si no del entendimiento de la otra persona la cual
no supo comprender ni analizar las consecuencias del verdadero sentido de
“aquella acción” determinada. En Psicología se dice que el rechazo muchas
veces, no es tal como la persona lo siente, sino que la clave es posible que
esté en no haber comprendido que dicha actitud, no fue analizada con
profundidad, generando en una segunda persona esa constante falta de
desaprobación.
Que alguien
sufra un rechazo, nada dice sobre lo deseable o no de esa persona. Es posible
que siempre esté en su mente; pero al mismo tiempo predomina una actitud de continua inaceptación. Si alguien tiene una
mala opinión de uno, por alguna acción determinada, eso no quiere decir que sea
cierto. Es solo su opinión.
El rechazo en la
vida es algo con lo que cualquiera debería poder lidiar, pues todos nos vemos
expuestos a él tarde o temprano, por la sencilla razón de que todos no somos
iguales, puesto que las preferencias de cada uno, varían según nuestra forma de
ser y de pensar. No todos pasamos igual por esa situación de rechazo, muchos lo
viven de distintas maneras. Todo depende del mayor o menor grado de
sensibilidad de esa persona, persistiendo en él esa sensación de culpabilidad,
que predomina en su interior y hace que siempre la tenga presente.
A veces
presiento, que si le quitáramos importancia, equivaldría a deshacernos de una pesada carga, sintiéndonos, diáfanos
y lúcidos a la vez, como si ninguna importancia hubiera tenido pero… de nuevo
nuestra forma de pensar sigue ahí, esperando una solución y pensando
reiteradamente, “qué todo no está resuelto” La mente nos crea problemas continuamente.
Entonces pensamos: ¿Por qué convertir las cosas en problemas? ¿No es la vida lo
suficiente dura, tal como es? Nuestra manera de pensar y hablar es la causante
en muchos casos de nuestro sufrimiento. Muchos de ellos, son consecuencia de lo
que decimos, o sea, provienen de nuestra
confianza. Nunca deberíamos preocuparnos por un rechazo personal, puesto que no
hay ser más humano y extraordinario que la persona que reconoce su falta
pidiendo disculpas si es necesario con humildad. Solo deberíamos enojarnos sólo
por aquellas situaciones que no quisiera para uno mismo.
Cuando una
persona es herida en su confianza, queda lastimada para toda la vida, por ese rechazo, puesto que éste duele profundamente. El
rechazo y la indiferencia es hoy algo normal; y al mismo tiempo una locura.
Todo consiste en “tener un problema” A la mente le encanta los problemas,
porque te dan cierta identidad
Nunca deberíamos
preocuparnos por ningún tipo de rechazo, respetemos y honremos todas las
cosas, pensando que nada importa
demasiado. Las formas nacen y mueren, pero nunca seamos conscientes que
“aquello” pueda ser eterno, cuando esa es tu forma de ser. Entonces: ¿Por qué
nos sentimos fracasado? Sólo a través de mi insistencia a través del tiempo transcurrido, puedo pensar, que “ya
he triunfado”
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