La vida es tan compleja y se nos
presenta tantas etapas, que jamás se nos ocurre pensar que algo nos pueda
suceder. Son situaciones inesperadas, pero que de alguna manera debemos
resolver, por muy complicadas que sean. Estas suelen ocurrir cuando menos lo esperamos.
Sin saber muy bien qué es, y en cierto modo confiamos en que no suceda lo imprevisto.
Adoptamos
las medidas, hacemos nuestras estrategias, desplegamos las tácticas y,
finalmente, ocurre una cosa distinta a la supuestamente esperada.
Para
no desesperarnos, creemos que lo mejor es no esperar y actuar. No está mal ser
cuidadoso y previsor, procurando tomar las decisiones que nos orienten. De
hecho, es lo que suele darnos mejores resultados. También es improbable, por
muy especialista que uno sea en imprevistos, que acertemos. Hasta tal extremo
no acabamos de lograr lo esperado, que ya en ocasiones renunciamos a tantos
planteamientos y medidas para entregarnos a una mayor espontaneidad.
Todos
sabemos que de una manera o de otra, se puede manipular el futuro. La pregunta
es: si vale la pena, y si la vida tendría mejor sabor de saber lo que nos
espera.
Confiemos
siempre en que ya afrontaremos la situación, en que, por más que analicemos
cada detalle, no dominaremos lo que acontezca, en que sabremos sobrellevar las
vicisitudes de la vida.
He
de decir que, carece de sentido sufrir de antemano, puesto que debemos
liberarnos de esa pesadumbre que previamente nos agobia. “Ya veremos”, decimos.
Sin embargo, a veces irrumpe, con una contundencia desconcertante, de fuego y
de hielo, lo inesperado. En verdad no sabríamos calificarlo. Nos aturde, nos
disloca, nos confunde.
Lo
más espectacular es que puede resultar agradable, y no necesariamente
perjudicial. Ni la experiencia, ni la edad, ni la reflexión, ni la mesura, ni
la llamada sensatez nos impiden reconocer que no hemos de cerrar los ojos, ni
la puerta, a lo que viene, a lo que llega o a lo que nos invade.
En
esos momentos, todo cobra otra dimensión y otro alcance, pero una vez dicha
continuaríamos sin saber a qué obedece esta situación inesperada.
Es
cuando nos vemos llamados a corresponder, porque no se limita a ser la llegada
de algo exterior a nosotros mismos, sino el encuentro de que más deseábamos,
sin atrevernos siquiera a comprenderlo. A veces lo inesperado es por alguien o
con alguien. Reconozco que existen personas cuya vocación es ayudar a los
demás. Lo hacen con alegría y con no pocos sacrificios. Ellos ven cada día lo
que es una situación inesperada. A veces no tienen medios para esa labor, pero
suplen esa carencia con una gran cantidad de amor y de eficiencia en su labor.
Meditación:
Mientras esperas lo que nunca llegará, llega a ti lo que menos te esperabas.
Pues sí, la vida es un adaptarse, un conformarse, un valorar lo que se tiene, un ser feliz.
ResponderEliminarDebemos estar preparado para esperar lo inesperado, puesto que tarde o temprano llegará.- Saludos.-
ResponderEliminar